Viviendo pacientemente dentro de un refugio antiaéreo
Viviendo pacientemente dentro de un refugio antiaéreo
Nombre: Fumi Matayoshi(24又吉 文)
Lugar de nacimiento: isla de Kuroshima
Edad en aquel tiempo: 25 años
Estatus en aquel tiempo: bajo tratamiento en el sanatorio de Airakuen
[Cuando el ruido de los aviones cesó]
En aquellos días, cavábamos refugios antiaéreos por la noche. Como éramos jóvenes y no teníamos velas, quemábamos petróleo y lo usábamos como luz. Los hombres cavaban refugios antiaéreos mientras que las mujeres jóvenes llenaban cestas con la tierra extraída para tirarla fuera. Como no teníamos nada para comer, nos quedábamos dentro del refugio antiaéreo y los aviones pasaban volando continuamente. No podíamos salir fuera porque estaríamos en peligro si nos localizaban. Era horrible porque teníamos hambre, ya que no teníamos comida. Por la noche, salíamos a robar cosas. Fuimos en secreto a Untenbaru, sacábamos batatas de los campos, las escondíamos y cuando ya no escuchábamos el ruido de los aviones por la noche, las cocinábamos ligeramente y nos las comíamos poco a poco. Casi no había comida que el sanatorio distribuyese entre nosotros. Teníamos dos bocados de arroz hervido una vez al día, pero nunca sentíamos hambre por aquel entonces.
Los aviones lanzaban bombas todos los días, pero los seres humanos, curiosamente, olvidan que están hambrientos cuando la cosa se pone fea.
[Enterrando a los muertos en la arena]
No teníamos otra opción porque no había cura. Cuando te hacías una herida en las plantas de los pies, olía mal si no la curabas. Las bacterias penetran en el cuerpo desde ahí y te provocan fiebre. Los ancianos mueren así. Mi marido tuvo fiebre del tipo “netsu kobu (erythema nodosum leprosum)”, un síntoma de la enfermedad de Hansen. A algunas personas les habían cortado o amputado las piernas. No había inyecciones ni enfermeras, así que era terrible en aquel tiempo. Los que estaban débiles, como las ancianas, morían dentro de los refugios antiaéreos. No había tratamientos ni inyecciones, ni medicinas ni enfermeras, así que todo el mundo moría. Cuando lo hacían, se les enterraba en hoyos cavados en la playa. Había un crematorio, pero no podíamos encender el fuego, así que los cadáveres no podían ser incinerados y tenían que ser enterrados en la arena. Fueron tratados todos como animales. Fue muy triste. Cuando coloqué el cadáver mi esposo en un hoyo –lo enterré en un hoyo que cavé cuando murió– ni siquiera pude encender un solo palito de incienso por él.
[Lavando pantalones (calzones) en bolsas llenas de harina]
Durante la guerra, solo llevas un conjunto de ropa. Los estadounidenses traían ropa que pensaban tirar, y nos la daban, una pieza cada vez por sorteo. Nos poníamos en fila y si conseguíamos un papelito ganador, entonces poníamos la ropa aparte para coser una nueva pieza de ropa o pantalones (calzones). Como las bolsas de harina eran grandes y blancas, utilizábamos las que sobraban para coser pantalones y distribuirlos.
[La comida de los soldados estadounidenses]
Teníamos miedo de los soldados estadounidenses, así que al principio no queríamos salir de los refugios antiaéreos. Los soldados decían: “Salid fuera. Salid fuera”. Sin embargo, creíamos que nos iban a matar si salíamos, así que temblábamos en los refugios y nos negábamos a salir fuera. Los soldados estadounidenses decían: “Salid fuera. Salid fuera”. También nos daban cigarrillos, de uno en uno. Entonces, nos acostumbramos a ellos hasta el punto que cada vez que veíamos a un soldado estadounidense decíamos: “Por favor, deme un cigarrillo”. Los soldados estadounidenses eran muy amables. Nos dieron galletas de las latas que llevaban con ellos.
Nombre: Fumi Matayoshi(24又吉 文)
Lugar de nacimiento: isla de Kuroshima
Edad en aquel tiempo: 25 años
Estatus en aquel tiempo: bajo tratamiento en el sanatorio de Airakuen
[Cuando el ruido de los aviones cesó]
En aquellos días, cavábamos refugios antiaéreos por la noche. Como éramos jóvenes y no teníamos velas, quemábamos petróleo y lo usábamos como luz. Los hombres cavaban refugios antiaéreos mientras que las mujeres jóvenes llenaban cestas con la tierra extraída para tirarla fuera. Como no teníamos nada para comer, nos quedábamos dentro del refugio antiaéreo y los aviones pasaban volando continuamente. No podíamos salir fuera porque estaríamos en peligro si nos localizaban. Era horrible porque teníamos hambre, ya que no teníamos comida. Por la noche, salíamos a robar cosas. Fuimos en secreto a Untenbaru, sacábamos batatas de los campos, las escondíamos y cuando ya no escuchábamos el ruido de los aviones por la noche, las cocinábamos ligeramente y nos las comíamos poco a poco. Casi no había comida que el sanatorio distribuyese entre nosotros. Teníamos dos bocados de arroz hervido una vez al día, pero nunca sentíamos hambre por aquel entonces.
Los aviones lanzaban bombas todos los días, pero los seres humanos, curiosamente, olvidan que están hambrientos cuando la cosa se pone fea.
[Enterrando a los muertos en la arena]
No teníamos otra opción porque no había cura. Cuando te hacías una herida en las plantas de los pies, olía mal si no la curabas. Las bacterias penetran en el cuerpo desde ahí y te provocan fiebre. Los ancianos mueren así. Mi marido tuvo fiebre del tipo “netsu kobu (erythema nodosum leprosum)”, un síntoma de la enfermedad de Hansen. A algunas personas les habían cortado o amputado las piernas. No había inyecciones ni enfermeras, así que era terrible en aquel tiempo. Los que estaban débiles, como las ancianas, morían dentro de los refugios antiaéreos. No había tratamientos ni inyecciones, ni medicinas ni enfermeras, así que todo el mundo moría. Cuando lo hacían, se les enterraba en hoyos cavados en la playa. Había un crematorio, pero no podíamos encender el fuego, así que los cadáveres no podían ser incinerados y tenían que ser enterrados en la arena. Fueron tratados todos como animales. Fue muy triste. Cuando coloqué el cadáver mi esposo en un hoyo –lo enterré en un hoyo que cavé cuando murió– ni siquiera pude encender un solo palito de incienso por él.
[Lavando pantalones (calzones) en bolsas llenas de harina]
Durante la guerra, solo llevas un conjunto de ropa. Los estadounidenses traían ropa que pensaban tirar, y nos la daban, una pieza cada vez por sorteo. Nos poníamos en fila y si conseguíamos un papelito ganador, entonces poníamos la ropa aparte para coser una nueva pieza de ropa o pantalones (calzones). Como las bolsas de harina eran grandes y blancas, utilizábamos las que sobraban para coser pantalones y distribuirlos.
[La comida de los soldados estadounidenses]
Teníamos miedo de los soldados estadounidenses, así que al principio no queríamos salir de los refugios antiaéreos. Los soldados decían: “Salid fuera. Salid fuera”. Sin embargo, creíamos que nos iban a matar si salíamos, así que temblábamos en los refugios y nos negábamos a salir fuera. Los soldados estadounidenses decían: “Salid fuera. Salid fuera”. También nos daban cigarrillos, de uno en uno. Entonces, nos acostumbramos a ellos hasta el punto que cada vez que veíamos a un soldado estadounidense decíamos: “Por favor, deme un cigarrillo”. Los soldados estadounidenses eran muy amables. Nos dieron galletas de las latas que llevaban con ellos.