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Vi con mis propios ojos cómo mi padre moría al instante

Vi con mis propios ojos cómo mi padre moría al instante

Nombre: Yoneko Kiyan(26喜屋武米子)
Edad en aquel tiempo: 9 años (nacido en febrero de 1935).
Estatus en aquel tiempo: estudiante de tercer curso en la Escuela Nacional de Educación Primaria

[La guerra comenzó cuando estaba en cuarto de primaria]
La guerra comenzó en mitad de mi cuarto curso de primaria. El ejército nos ordenó huir a la zona de Yanbaru, pero esta zona solo tenía mar y montañas, y no había nada para comer, por lo que pensamos que nos íbamos a morir de hambre. Mi padre conocía muy bien el sur y pensó que si íbamos hacia allí, habría granjas y sería posible desenterrar algunas patatas para comer, así que huimos hacia el sur.

[Vi con mis propios ojos cómo mi padre moría al instante]
Una mañana, gasearon el lugar en el que estábamos, así que cuando intentamos salir, nos tiraron un proyectil de fósforo blanco. Mi hermana menor se quemó la cabeza y una mejilla por el proyectil de fósforo blanco, así que nos fuimos pronto por la mañana a buscar un refugio antiaéreo, porque pensábamos que era demasiado peligroso quedarse allí. Esto ocurrió la mañana que mi padre murió. Había regresado diciendo: “He ido a buscar un refugio, pero no he podido encontrar ningún sitio adecuado para quedarnos.” Mi padre siguió diciendo: “Debemos escondernos donde estamos ahora haciendo un muro de piedra”. Fue cuando empezó a apilar las piedras cuando mi padre fue alcanzado por una bomba. Un gran fragmento de bomba alcanzó a mi padre en el estómago, le arrancó las manos y la parte de arriba de sus ojos. Casi no podía mirarle. Murió al instante. Colocamos su cadáver en un hoyo pequeño y hablamos de enterrarlo cubriéndolo con piedras.

[Las últimas palabras de un soldado]
Fue el día en que nos gasearon. Muchas tropas japonesas estaban escondidas tras las rocas que estaban frente al océano. Todos los soldados que se escondían allí habían sido quemados por los ataques del ejército estadounidense, y algunos habían muerto por quemaduras espantosas. Un niño soldado estaba gimoteando y diciendo: “Tengo hambre, tengo hambre”. Mi padre estaba preocupado por el niño y fue a buscarlo más tarde, pero no pudo encontrarlo y justo cuando mi padre decía: “Quizás haya ha muerto quemado por la artillería”; vimos a otro niño soldado corriendo envuelto en llamas. Vino corriendo al cubo de agua que estaba a poca distancia de donde estábamos y se echó el agua encima. Su piel estaba inflamada y se caía a pedazos, su cara estaba hinchada y no podía ver. El niño se giró hacia el norte y rezó: “Padre, madre, espero que tengáis una vida con buena salud”. No dijo “Larga vida al Emperador”, sino que rezó por su madre y por su padre.

[Cuando vuelva a llorar, mátela]
Esto ocurrió en el pueblo de Mabuni. Mi hermana pequeña, la tercera más joven que yo, era una niña llorona y quizás estaba hambrienta, así que no paraba de llorar. Un soldado desconocido vino con una pistola y le dijo a mi padre: “Cuando vuelva a llorar, mátela con esta pistola. Si el enemigo la oye y ataca, todo el mundo se verá afectado”; y dejó la pistola y se fue. Otro soldado vino con una granada de mano y le dijo a mi tío: “Cuando el enemigo se acerque, proteja a sus hijos con esto”, y se marchó dejando la granada. Cuando el soldado se fue, mi tío dijo muy enfadado: “¿Cómo voy a protegerles con una sola granada de mano? ¿Es que insinúa que nos suicidemos todos?” Entonces otro soldado vino y dijo: “La guerra es cosa de soldados, a los civiles no se les hará daño. Por lo tanto, no es necesario que los civiles mueran. Si perdemos, que os hagan prisioneros de guerra”, y se marchó. Me hizo pensar que la gente es muy diferente entre sí, algunos son malos y otros son buenos.