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Abrazando una carga de profundidad de caja y entrenando para una misión suicida

“Abrazando una carga de profundidad de caja y entrenando para una misión suicida”

Nombre: Kensho Kanna (06漢那憲昌)
Fecha de nacimiento: 21 de junio de 1929
Lugar de nacimiento: Arakawa, ciudad de Ishigaki
Estatus en aquel tiempo: Cuerpo del Ejército de Estudiantes Masculinos * Escuela de Enseñanza Media Yaeyama Norin


[Convirtiéndome en Soldado de la Marina Voluntario en 1944]
Aprobé el examen de acceso para enrolarse en la Marina en 1944, a la edad de 16 años. Los voluntarios de las escuelas primarias no eran aceptados, pues no podían ser utilizados en la guerra. Mis predecesores de la Escuela Juvenil, uno o dos años mayores que yo, se presentaron todos voluntarios para servir en la Marina, así que fueron reclutados y llevados por los militares.
De estos estudiantes, aquellos que habían solicitado el examen para la escuela de vuelo tenían que ir a Kagoshima para la segunda fase de los exámenes, pero en su camino a Kagoshima fueron atacados por submarinos estadounidenses cerca de la isla de Amami-Oshima y todos murieron.
Yo estaba asignado al Escuadrón de Señales. Como no había un equipamiento de instrucción adecuado, me hice mi propio equipamiento y practiqué el código Morse todos los días, diciendo: “Tut-tuu, tut-tuu…”
Cuando fuimos al monte Omoto en junio, no nos tenían permitido participar en las operaciones de señales. En vez de eso, nos hicieron llevar a cabo la tarea de girar la manivela del generador manual. El generador manual tenía una manivela giratoria –como el pedal de una bicicleta– instalado en el centro del generador. Este tenía un voltímetro y cuando el voltaje bajaba de los cinco voltios, el líder del Escuadrón de Señales me tiraba una herramienta, ya fuese una llave inglesa o lo que tuviese a mano. Me imagino que no se podían comunicar cuando el voltaje caía por debajo de los cinco voltios. Era muy duro girar aquella manivela para asegurarse de que el voltaje no bajaba de los cinco voltios.
Si se está preguntando por qué utilizábamos un generador manual, la respuesta es que el ejército japonés no tenía ninguno que funcionara con un motor. Incluso si hubieran tenido uno con un motor, no tenían gasolina para hacerlo funcionar a ningún nivel. Así que casi todos los generadores se giraban manualmente. Estos generadores manuales los manejaban dos personas que miraban el voltímetro mientras giraban la manivela, que hacía un sonido tipo “goah… goah… goah…”. Nos obligaban a hacer eso durante 40 minutos cada uno, así que era un trabajo muy duro.

[Llevando una carga de profundidad de caja y entrenando para una misión suicida]
Fui instruido en el uso de cargas de profundidad. Al final, solo fue la instrucción, ya que las tropas estadounidenses no desembarcaron en nuestra zona. Una carga de profundidad de caja es una carga de profundidad con la forma de una caja, del tamaño de una mochila que utilizaban los estudiantes de la escuela primaria. Las llevábamos a la espalda y esperábamos en una trampa pulpo (en una trinchera con el tamaño justo para un soldado), las cuales estaban excavadas aquí y allá a lo largo de las carreteras, con la hierba cubriendo nuestras cabezas. Cuando el instructor venía, tirábamos del fusible y corríamos gritando: “¡Carga!”. Esto se consideraba como una misión suicida.
La educación en aquel tiempo era la de una nación militarista. Nos enseñaron a “Asegurarnos de que moríamos por nuestro país”. Nos enseñaron que matar tantos enemigos como fuese posible era lo que debíamos hacer por nuestro país.
Estaba dispuesto a hacerlo, sin que me importase lo que debía hacer.
La educación puede ser algo terrible. Lo único en que pensaba era en servir a mi país y al emperador, y estaba preparado para morir a la orden de “ahora”. Nunca pensé siquiera en lo valiosa que era mi propia vida.

[La sociedad bajo reglas militaristas]
Todo el mundo creía que no era posible que Japón perdiese. Se daba por hecho que Japón ganaría las guerras, así que era como una gran fiesta. Todo el mundo se presentaba voluntario para unirse a las fuerzas armadas debido a esta creencia. En una familia, un miembro se presentaba voluntario a la Marina y formaba parte de una gran tropa. Había una placa frente a su casa que decía: “La casa del honor”. Se instaló una placa en frente de la tumba del Capitán Omasu en Yonaguni. Visité su tumba hace diez años y la placa seguía allí. Era considerado un dios de los soldados, un dios de la guerra amado por el pueblo. Así que la casa de cualquier familia de alguien que se hubiese unido al ejército era considerada “La casa del honor” y cada una de estas casas tenía una placa frente a ellas.
Unirse al ejército y morir significaba que habías hecho tu parte por el país; por lo tanto, no era algo que diese miedo y era, de hecho, algo natural.

[Y entonces, la guerra terminó]
La guerra terminó el 15 de agosto. Todo el mundo regresó a casa, llevando sus polainas y sus mochilas el día 13 de agosto. El Tekketsu Kin-notai (“los cuerpos del ejército de acero ensangrentado de servicio al Emperador”, un cuerpo de jóvenes compuesto por niños de entre 14 y 16 años en Okinawa), fue disuelto. Las tropas militares se mantuvieron. Había que deshacerse de las armas de fuego, el ejército estadounidense cogió todas ellas y las quemó.
Los vecinos gritaban: “¡Japón ha perdido, hemos perdido!” Entonces, en cosa de cuatro o cinco días, los LST (buques de desembarco de tanques) del ejército estadounidense llegaron al puerto junto con barcos de transporte de carga.
Hay un puente sobre Yakena. Era un caos cuando el ejército estadounidense desembarcó en la parte oeste de aquel puente, con sus vehículos anfibios. El ejército estadounidense llevaba tanques en sus vehículos anfibios y desembarcaron cañones que habían sido utilizados contra nosotros.
Esa fue la primera vez que vi estadounidenses.
“Es verdad que los estadounidenses tienen ojos azules y pelo rojo ¡rojo!”
Todo el mundo tenía mucha curiosidad. Corríamos tras los tanques porque teníamos curiosidad y las tropas estadounidenses nos tiraban chicles. Agarré algunos y llené mis bolsillos con ellos.

[Mensaje]
Han pasado de 65 a 66 años desde que la guerra terminó y he estado cuidando de mi cuerpo, asegurándome de que no me extralimitaba. Lo tengo que hacer así. No importa, “donde hay vida, hay esperanza”.
Debemos cuidar de nosotros mismos. Este es el mensaje que quiero dar a las jóvenes generaciones.