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Sobrevivimos rebelándonos contra los suicidios masivos

“Sobrevivimos rebelándonos contra los suicidios masivos”
Sachiko Uezu(14上江洲幸子)
Nacida el 17 de junio de 1922
Edad en aquel tiempo: 23

El bombardeo naval empezó el 23 de marzo, y entonces, el ejército estadounidense desembarcó el día 26. Nos avisaron de que nos reuniésemos en el refugio antiaéreo de la cooperativa agrícola, así que nos juntamos frente al refugio. No obstante, el refugio estaba lleno de gente que se había refugiado allí, así que fuimos hacia un refugio antiaéreo excavado horizontalmente y que había sido construido por el Tío Miyamura. Nos agachamos y entramos en el refugio. Mi tío y mi tía estaban allí. Más o menos en aquel momento alguien repartió azúcar moreno entre todos, azúcar que se había guardado allí como alimento, pensando que sería imposible sobrevivir a partir de aquel momento, diciendo: “Por última vez, comed este azúcar moreno, ya que no podemos sobrevivir más tiempo, aunque lo intentemos con todas nuestras fuerzas”. La persona también dijo: “Vamos hacia el otro mundo, así que no tenéis que llevar nada con vosotros”. Al oír esas palabras, me costó mucho tragar el azúcar de mi boca”.

Nuestra familia regresó al refugio antiaéreo en el que nos habíamos reunido primero. Entonces, nos dirigimos a lo alto de la colina. Desde lo alto vimos buques estadounidenses que se habían trasladado al puerto más cercano. Había barcos repartidos por todo el horizonte. Esa visión todavía me angustia en mi mente, incluso ahora. Había tantos buques estadounidenses que parecía que podías caminar de barco a barco. Me sentí totalmente aturdida. Al ver aquello, mi madre dijo: “A este paso, no podemos sobrevivir. Vamos a beber este matarratas y a dormir”. Yo no quería hacerlo, así que la mentí, diciendo algo que ni siquiera yo creía. Dije: “No importa a dónde corramos o dónde nos escondamos, el ejército japonés ganará, así que no debemos morir”. Sin embargo, viendo todos aquellos barcos estadounidenses llenando el horizonte, creo que incluso mi madre se sintió totalmente aturdida”. En cualquier caso, traté de convencer a mi madre para que no intentara suicidarse. Mi hermano mayor tenía esposa y un niño, pero después de un tiempo desapareció.
Mi madre, la esposa de mi hermano mayor, su hijo y yo nos protegimos en un refugio antiaéreo. Cuando salí del refugio y regresé con agua, ella dijo una vez más: “Mezcla el matarratas con el agua y durmamos todos”. Le dije a mi madre: “Madre, si bebes todo esto, agonizarás y el enemigo te verá. Por eso no debes beber eso jamás. Vamos a huir lo más lejos posible”. Entonces, huimos hacia la colina Bandokoro. Cuando llegamos a lo alto de la misma, había mucha gente, incluyendo soldados, coreanos y okinawenses. Desde allí, todos huimos en varias direcciones. Cuando nuestra familia huyó al bosque, había cuatro o cinco soldados que llevaban espadas. Mi madre empezó a clamar, diciendo a los soldados: “Por favor, matadnos con las espadas”. Los soldados respondieron: “Esta mujer da miedo”. Entonces se marcharon. Después de eso, nuestra familia bajó de la colina. Cuando alcanzamos el distrito de Asa, donde se extienden los arrozales, mi sobrino estaba echado, cojo, sobre la espalda de mi hermana. Le dije: “Hermana, este niño está muerto”. Mientras discutíamos lo que debíamos hacer con el niño muerto, mi hermana lloró. Bajó al niño y empezó a darle de mamar. Entonces mi hermana gritó: “Está vivo. Este niño está vivo. Está bebiendo mi leche.” Deseando darle agua al niño, mi madre intentó encontrar agua en un sitio parecido a la ribera de un río, pero no pudo encontrar agua. Entonces cogió una hoja de petasita que estaba cerca, la dobló en forma de cuenco y la llenó con su propia orina. Hizo que su nieto la bebiera. Le pregunté: “Madre, ¿por qué le das a beber orina?” Ella respondió: “Oí una historia de nuestros mayores de que en el pasado un niño que tenía pocas posibilidades de sobrevivir, aparentemente revivió cuando bebió orina.” Entonces, el niño empezó a llorar muy alto.
Después de eso, fuimos a un arrozal y llenamos una tetera que teníamos con agua del arrozal. Incluso aunque el agua no era limpia, ni tampoco venenosa, hicimos que el niño bebiese el agua, y yo también la bebí.
Así que seguimos caminando, cogiendo rábanos y zanahorias que la gente del distrito de Asa había cultivado, y mientras caminábamos, los comíamos crudos, con tierra que todavía estaba adherida.

Un día, esta casa también se incendió por los ataques del ejército estadounidense.
Mi tío, que había regresado de las islas del Mar del Sur y había estado huyendo con nosotras, dijo: “El hecho de que este lugar también esté siendo atacado significa que es posible que las fuerzas estadounidenses crean que hay gente escondiéndose cerca. No podemos seguir escondiéndonos en estas colinas para siempre. En ese caso, quizá sea mejor que nos lleven prisioneros”. De esta manera, la familia de mi tío se había hecho a la idea de ser capturados. El hijo mayor de mis tíos había muerto en el refugio antiaéreo de la cooperativa agrícola, pero mi tía y su hija seguían juntas.
Seguimos caminando un tiempo junto a la familia de mis tíos. Descansamos en la playa de un distrito llamado Yohena. Estaba cerca del cuartel general de las fuerzas amigas. Creo que eran soldados los que venían de allí y comenzaron a caminar hacia nosotros. Mi tío, que había decidido ser capturado, dijo: “Si les decimos que nuestra familia tiene la intención de ser capturada, quizás nos maten, así que no digáis nada”. Entonces, los soldados nos preguntaron: “¿A dónde vais?” Yo respondí: “Mi madre dice que debemos ir a nuestro refugio antiaéreo en el pueblo y escondernos allí, así que estamos yendo hacia ese refugio antiaéreo.” Entonces, los soldados dijeron: “No debéis morir. Hemos estado explorando el pueblo de Ama, los lugareños han sido capturados por el ejército estadounidense pero les han estado dando, así que debéis hacer lo mismo”. Así que pregunté: “¿Es eso cierto?”. Y respondieron: “Sí, es cierto. Hemos estado explorando continuamente y hemos observado todo el rato lo que pasaba”. Entonces, mi madre preguntó al soldado japonés: “Mi otra hija está con las fuerzas amigas y trabajando como enfermera. Deseo verla por última vez. ¿Puedes llevarme al cuartel general?” El soldado japonés respondió: “No, parece usted cansada, así que espere aquí. La traeré”.

Mi tío dijo: “Saquemos una bandera blanca y entreguémonos a los estadounidenses”. Entonces, mi hermana mayor, a la que había traído el soldado japonés, preguntó: “Habéis estado huyendo hasta ahora, pero ¿queréis ir y que os maten? Japón va a ganar. ¿Por qué queréis rendiros a los estadounidenses?”. Entonces, mi tío la convenció diciendo: “No hay nada más que podamos hacer. Al escuchar la historia de ese soldado, incluso si te capturan los estadounidenses, parece que puedes trabajar allí para ellos. En una guerra, sin importar el amigo o el enemigo, debes trabajar como enfermera o ayudar con otras cosas”. Después de eso, nos rendimos a los estadounidenses.