El infierno en un refugio
"El infierno en un refugio"
Nombre: Sumiko Onaga (04翁長澄子)
Fecha de nacimiento: 5 de abril de 1927
Estatus en aquel tiempo: Empleada de 17 años de la División de Contabilidad Militar
Incluso 20 años después del fin de la guerra, no pude obligarme a ir a aquel lugar. Ni siquiera cuando voy de excursión a visitar campos de batalla en la zona sur de la isla. Mis piernas simplemente no se mueven. El recuerdo de lo que ocurrió en aquel tiempo me asalta y no puedo obligarme a ir. Era una empleada en el Departamento de Contabilidad en aquel tiempo. Me habían dado un brazalete que decía “Empleado”, junto con una insignia de los trabajadores civiles, y llevaba una etiqueta con mi nombre aquí (señalando su pecho). Me corté el pelo y lo até, lo puse en un sobre y lo envié a Japón continental, representando el pelo de los muertos. Puse mi nombre en el sobre y lo envié. No creo que pudieran ser enviados realmente a Japón en aquel tiempo.
En cualquier caso, me dirigía a Shimajiri en aquel momento y tenía mucho miedo. La gente recibía disparos de bala y morían en posiciones que no puedo siquiera empezar a explicar, esparcidos por todas partes, mientras viajaba a Shimajiri. Había gente decapitada aquí y allá, algunas personas se habían quedado sin un brazo, otros tenían expuestos sus órganos internos, otros habían sido disparados. También había gente con músculos torcidos, gente muriendo de diferentes maneras y cadáveres esparcidos por doquier mientras caminaba.
Creo que debía de ser el día 21 ó 22. Cuando amaneció, llegaron los tanques. Entonces, nos dijeron: “Salid, salid”; pero estábamos al final del todo de un refugio natural y teníamos miedo de salir, así que nos quedamos dentro. Entonces, empezaron a utilizar un lanzallamas contra nosotros. Hacía así: naa… naa…naa… era un sonido muy inquietante. Las llamas hacían como un remolino al acercarse. Llegaban al refugio en forma de remolinos. Ese refugio natural era un sitio muy grande, pero las llamas seguían llegando poco a poco, haciendo remolinos. Seguí corriendo más hacia adentro y al final se hizo tan estrecho que solo una persona pasaba a través del refugio; aunque era más o menos el doble de alto de una persona, me arrastré más lejos y estaba todo lleno de gente. La gente de delante estaba ardiendo y muriendo. Las chispas seguían introduciéndose más adentro en el refugio natural. El humo también llegaba rápido y nos asfixiaba. Entonces, la gente empezó a suicidarse. No teníamos granadas de mano en aquel momento. Solo una persona tenía una; tiró de la anilla, abrazó la granada y murió. Para entonces, la gente se suicidaba por todas partes. La metralla nos alcanzaba por detrás, nos golpeaba: ping, ping. Kiyo y yo nos cortamos con una metralla más grande y me corté aquí (señalando el cuello). Todavía tengo la cicatriz. En cualquier caso, sangré, perdí el conocimiento y me desmayé. No sé cuánto tiempo pasó. Una amiga vino y me dijo: “Sumichan (apodo de Sumiko), ¿estás viva?”, “¡Responde si estás viva!”
Así que pensé: “Puedo oír algo. ¿Qué es?”
Estaba gritando: “Sumichan, ¿estás viva?”, “¡Responde si estás viva!” Así que pensé:
“Vaya, vaya, parece que estoy viva”. Y respondí:
“Estoy viva”.
Entonces, ella preguntó: “¿Dónde estás?”
Y yo dije: “Estoy aquí”, y ella vino con una cerilla en su mano, con la luz de la cerilla iluminando el camino. Entonces, encendimos una vela y nos pusimos de pie. Lo que vimos parecía una escena del Infierno de Avici (el octavo y más doloroso de los infiernos del Budismo). Mucha gente estaba muerta y otros estaban muriendo de varias heridas. Realmente no puedo soportar el recuerdo. Había muerto mucha gente. Era extraordinario que hubiéramos sobrevivido allí.
Entonces ella dijo:
“Sumichan, mira aquí, abre los ojos y levántate.”
Yo dije: “No me voy a mover. No voy a ninguna parte.”
“Eso no está bien. Me llevó mucho esfuerzo caminar hasta aquí”, dijo mientras tiraba de mí.
Miré a mí alrededor pero no pude soportar seguir mirando. Entonces, ella dijo: “No puedes morir aquí. No puedes morir así. Salgamos fuera y bebamos mucha agua, y después dejémonos morir. Salgamos de aquí.”
Así que pregunté: “¿Cómo salimos de aquí?” Y ella dijo: “Por aquí, ven conmigo. Simplemente ven conmigo”. Así que caminamos juntas…
Odié ser parte de una guerra, sin importar dónde ocurriese. Debo pediros que nunca os deis por vencidos ni perdáis la vida. No importa lo que ocurra.
Nombre: Sumiko Onaga (04翁長澄子)
Fecha de nacimiento: 5 de abril de 1927
Estatus en aquel tiempo: Empleada de 17 años de la División de Contabilidad Militar
Incluso 20 años después del fin de la guerra, no pude obligarme a ir a aquel lugar. Ni siquiera cuando voy de excursión a visitar campos de batalla en la zona sur de la isla. Mis piernas simplemente no se mueven. El recuerdo de lo que ocurrió en aquel tiempo me asalta y no puedo obligarme a ir. Era una empleada en el Departamento de Contabilidad en aquel tiempo. Me habían dado un brazalete que decía “Empleado”, junto con una insignia de los trabajadores civiles, y llevaba una etiqueta con mi nombre aquí (señalando su pecho). Me corté el pelo y lo até, lo puse en un sobre y lo envié a Japón continental, representando el pelo de los muertos. Puse mi nombre en el sobre y lo envié. No creo que pudieran ser enviados realmente a Japón en aquel tiempo.
En cualquier caso, me dirigía a Shimajiri en aquel momento y tenía mucho miedo. La gente recibía disparos de bala y morían en posiciones que no puedo siquiera empezar a explicar, esparcidos por todas partes, mientras viajaba a Shimajiri. Había gente decapitada aquí y allá, algunas personas se habían quedado sin un brazo, otros tenían expuestos sus órganos internos, otros habían sido disparados. También había gente con músculos torcidos, gente muriendo de diferentes maneras y cadáveres esparcidos por doquier mientras caminaba.
Creo que debía de ser el día 21 ó 22. Cuando amaneció, llegaron los tanques. Entonces, nos dijeron: “Salid, salid”; pero estábamos al final del todo de un refugio natural y teníamos miedo de salir, así que nos quedamos dentro. Entonces, empezaron a utilizar un lanzallamas contra nosotros. Hacía así: naa… naa…naa… era un sonido muy inquietante. Las llamas hacían como un remolino al acercarse. Llegaban al refugio en forma de remolinos. Ese refugio natural era un sitio muy grande, pero las llamas seguían llegando poco a poco, haciendo remolinos. Seguí corriendo más hacia adentro y al final se hizo tan estrecho que solo una persona pasaba a través del refugio; aunque era más o menos el doble de alto de una persona, me arrastré más lejos y estaba todo lleno de gente. La gente de delante estaba ardiendo y muriendo. Las chispas seguían introduciéndose más adentro en el refugio natural. El humo también llegaba rápido y nos asfixiaba. Entonces, la gente empezó a suicidarse. No teníamos granadas de mano en aquel momento. Solo una persona tenía una; tiró de la anilla, abrazó la granada y murió. Para entonces, la gente se suicidaba por todas partes. La metralla nos alcanzaba por detrás, nos golpeaba: ping, ping. Kiyo y yo nos cortamos con una metralla más grande y me corté aquí (señalando el cuello). Todavía tengo la cicatriz. En cualquier caso, sangré, perdí el conocimiento y me desmayé. No sé cuánto tiempo pasó. Una amiga vino y me dijo: “Sumichan (apodo de Sumiko), ¿estás viva?”, “¡Responde si estás viva!”
Así que pensé: “Puedo oír algo. ¿Qué es?”
Estaba gritando: “Sumichan, ¿estás viva?”, “¡Responde si estás viva!” Así que pensé:
“Vaya, vaya, parece que estoy viva”. Y respondí:
“Estoy viva”.
Entonces, ella preguntó: “¿Dónde estás?”
Y yo dije: “Estoy aquí”, y ella vino con una cerilla en su mano, con la luz de la cerilla iluminando el camino. Entonces, encendimos una vela y nos pusimos de pie. Lo que vimos parecía una escena del Infierno de Avici (el octavo y más doloroso de los infiernos del Budismo). Mucha gente estaba muerta y otros estaban muriendo de varias heridas. Realmente no puedo soportar el recuerdo. Había muerto mucha gente. Era extraordinario que hubiéramos sobrevivido allí.
Entonces ella dijo:
“Sumichan, mira aquí, abre los ojos y levántate.”
Yo dije: “No me voy a mover. No voy a ninguna parte.”
“Eso no está bien. Me llevó mucho esfuerzo caminar hasta aquí”, dijo mientras tiraba de mí.
Miré a mí alrededor pero no pude soportar seguir mirando. Entonces, ella dijo: “No puedes morir aquí. No puedes morir así. Salgamos fuera y bebamos mucha agua, y después dejémonos morir. Salgamos de aquí.”
Así que pregunté: “¿Cómo salimos de aquí?” Y ella dijo: “Por aquí, ven conmigo. Simplemente ven conmigo”. Así que caminamos juntas…
Odié ser parte de una guerra, sin importar dónde ocurriese. Debo pediros que nunca os deis por vencidos ni perdáis la vida. No importa lo que ocurra.