LANGUAGE

LANGUAGE

Ayudada por muchas personas durante la evacuación, separada de mi familia. – Insiste siempre en lo que creas que es lo correcto –

Ayudada por muchas personas durante la evacuación, separada de mi familia.
- Insiste siempre en lo que creas que es lo correcto -
Testigo: Kayoko Tamanaha (09玉那覇香代子)
Fecha de nacimiento: 20 de febrero de 1934
Lugar de nacimiento: Onaga, pueblo de Nishihara
Edad en aquel tiempo: 11 años


■ Nací en Onaga, en el pueblo de Nishihara. En aquel tiempo, era una estudiante de la escuela primaria. Viví el ataque aéreo del 10-10 (ocurrió el 10 de octubre) porque me negué a huir de Kunigami y quedar separada de mi familia.
Después del ataque aéreo del 10-10 (10 de octubre), los proyectiles comenzaron a caer de manera frecuente hasta el mes de abril. La ceremonia de inscripción de abril no se celebró en la escuela porque todos los colegios estaban siendo utilizados por los soldados, y yo iba a la escuela en un lugar llamado Amuro, cerca de Onaga, de donde yo era. Una semana después oímos la sirena de “aviso de ataque aéreo” que se transmitía desde Yonabaru. Cuando sonó la sirena, todos escapamos de Amuro hacia un refugio antiaéreo en Onaga. Mientras escapábamos, el maestro nos dijo: “Corred siempre bajo los árboles para ir al refugio antiaéreo. Corred a través de los campos de caña de azúcar. No corráis por las calles principales porque los soldados estadounidenses os dispararán con sus balas. Aseguraos de que lo habéis entendido. Bien, ¡tomad vuestras mochilas y huid rápido!” Huimos de la escuela y cuando llegamos al refugio antiaéreo nos dispararon con ametralladoras, ratatatatatata, así. Fue un milagro que no fuésemos alcanzados por las balas.

Cuando cayó la noche y la sirena antiaérea cesó, nos dijimos unos a otros: “¿Por qué no nos vamos a casa, por qué no os vais a casa?”, así que dejamos el refugio antiaéreo y nos fuimos a casa. Cuando llegué, mi padre estaba preparando la comida para el día siguiente.
Estaba cocinando patatas y judías para el día siguiente, así que cuando la “sirena antiaérea” sonó la mañana siguiente, tuvimos tiempo de escapar de casa y llegar al refugio antiaéreo. Esta vez, el bombardeo venía de la isla de Kudakajima, con fuego de los buques de guerra que llegaba haciendo un sonido como güiii bang bang, güi bang bang. El refugio que estaba junto al nuestro había sido completamente destruido.

■ Amigos míos en el refugio. Huida a Shimajiri
Vi cómo mataban a mis amigos, pero ni siquiera pude derramar una lágrima. Lo mejor que pude hacer fue intentar salvarme. “Oh, pobres amigos míos. Estaban allí mismo, en el otro refugio. Es una pena que hayan muerto”, y esos fueron los sentimientos que pude evocar.
Necesitábamos escapar.

■ Un bombardeo aéreo mató a mi hermana pequeña mientras se escondía en una choza del campo de azúcar en Shimajiri, a donde habíamos escapado.

“Papá, mi hermana pequeña ya no habla. Está sangrando mucho.” Entonces, mi padre tomó el cuerpo de mi hermana y la enterró en un hoyo detrás de la choza. “Lo siento mucho, Tsuruko”, eso es todo lo que pude decir. No tenía más sangre ni lágrimas que gastar. Apenas nos podíamos mantener vivos nosotros mismos.
Mi hermano mayor regresó de la milicia popular con heridas de bala en el pie y en el brazo.
El día después de que regresara, me di cuenta de que había muchos gusanos sobre él, así que empecé a quitarlos con un matojo de hierba. Por la mañana, creí que ya no tendría gusanos, pero ahí estaban otra vez. Los quité de nuevo.

■ Dejamos la choza del campo de caña de azúcar tras un ataque del ejército estadounidense.

Tuve que despedirme del cuerpo de mi hermana. Mi hermano tenía una herida en el pie y caminaba con dificultad. Mi padre le ayudaba agarrándolo por los hombros y escapamos de allí. Caminé, y mientras seguiamos nuestro camino, me dijeron: “Debes ir más rápido y llegar a donde nuestros familiares allí. No mires atrás a tu padre ni a tu hermano. Corre y vete”, así que obedecí. Estaba llevando solo mis propias pertenencias y caminaba cuando de repente ¡güiiii bang! Fuego procedente de buques de guerra voló entre mi hermano y yo. No pude ver qué le pasó a mi padre ni a mi hermano. Corrí todo lo rápido que pude y quedé separada de mi familia. Estuve corriendo sola. Todos mis familiares se habían ido y no sabía a dónde. Estaba sola.

■ Una anciana que conocía, que estaba en un establo justo frente a mí comenzó a subir al monte conmigo.

Decidí subir al monte con una anciana que conocía y antes de que hubiésemos llegado, una bomba destruyó el establo. La gente de Onaga, ocho familias en total, murieron.
Los hijos de la anciana, todos ellos, murieron en el establo. Todavía recuerdo cómo corría descendiendo del monte, gritando: “¡¿Por qué Toshiko (nombre del hijo), por qué Jiro (otro hijo), por qué los niños?!” Todavía puedo oír su voz en mis oídos mientras descendía de la montaña hasta donde había estado el establo.

Mientras continuaba caminando, vi otro establo.
Cuando llegué cerca del mismo, vi a un soldado que me dijo: “Por favor, dame agua, dame agua”. “Ni siquiera tenía utensilios con los que recoger agua. ¿Por qué tenía que darle agua?”, pensé para mí misma. Así que utilicé las hojas de la planta del taro para darle un poco de agua, pero alguien me dijo: “Si le das agua a un soldado herido, morirá. No le des agua”, me dijeron. “Quiero agua, oh madre, por favor, dame agua”, decía. Fue una pena que no pudiese darle agua.
El otro establo también fue alcanzado por una bomba y caí al suelo, aplastada por un tablón. No era propio de mí, pero recuerdo gritar: “¡Ayuda, ayudaaaa!”, y cuando gritaba, el señor Giko Yonamine, mi profesor de tercero, justo pasaba por allí. “¡Hola, eres tú Kayobo (mi apodo)!, dijo, y movió el tablón. “Vamos, sígueme”, dijo. “Sí, señor”, dije yo.
“No le digas a nadie que soy maestro. Si dices que soy maestro, quizás me arresten; así que llámame abuelo”, dijo. Yo respondí: “Sí, entendido”, y le seguí.


■ Separada de mi maestro y sola otra vez. Tuve retortijones en el estómago cuando estaba descansando y me encontré con una amable señora.

“Me duele el estómago, señora”, dije. “¿Te duele el estómago? Me parece que no has comido nada. Debe de ser muy doloroso”, y me dio a chupar un poco de caña de azúcar. Me dijo que me tumbase de costado y me palmeó la espalda para aliviar el dolor. Hacía tap, tap, tap, tap... en mi espalda cuando se paró de repente. Le habían disparado. Esta señora tenía una hija y un hijo. La hija y el hijo lloraban y gritaban: “¿Qué ha pasado mamá, mamá?” No pude seguir allí, con ellos gritando, así que dejé a la señora con los dos niños y me marché.

■ Reunida con el maestro, fuimos a un refugio en el cabo Kiyan-misaki. Un soldado estadounidense me animó a salir del agujero. Mi maestro me dijo: “No matan niños”, así que salí.

Aquel soldado estadounidense debía de estar diciendo: “Vamos, vamos”. Mi maestro, el Sr. Giko, me dijo: “Sal ahí fuera”, porque nos están diciendo “Vamos, vamos”. Yo dije: “No, no voy a salir. Si salgo me matarán”. Él dijo: “No te matarán. No matan niños, así que sal fuera. ¿Desobedeces a tu maestro?”, dijo, así que respondí: “Sí, señor, saldré fuera”, así que tomé mis cosas y salí fuera del refugio.
Una vez fuera me dijeron: “Toma un poco de chocolate, toma un poco. Vamos, toma un poco”, pero al principio no comí. Me preguntaron: “¿Hay mucha gente escondida en ese refugio?”, y yo respondí: “Sí, hay mucha gente escondida. Hay mucha gente ahí”, dije. “Si hay mucha gente ahí, tienes que decirles que salgan fuera. Si no salen fuera, les dispararemos. Todos morirán cuando eso ocurra. ¿Quieres que mueran?” El que me hablaba era un estadounidense de ascendencia japonesa, de segunda generación, procedente de Hawái. Yo dije: “No, quiero que vivan todos”, así que dijo: “Si quieres que toda esa gente del refugio viva, tienes que decirles que salgan fuera. Pueden salir fuera y morir si quieren. Pero deben salir de cualquier manera”, me dijo. Así que dije: “Sr. Giko, dicen que si no salís dispararán en el refugio. ¿Quiere que disparen balas en el refugio?”. El Sr. Giko preguntó: “¿Qué tipo de gente son los de ahí fuera?”, así que yo respondí: “Hay un hombre medio quemado y un soldado japonés, y me ha dicho que coma esto y lo otro, pero no he comido nada y estoy esperando. Voy a comer cuando todos salgan”, dije. “Salgamos de aquí, Sr. Giko, dicen que dispararán dentro, así que salgamos“, añadí. Todo el mundo salió del refugio antiaéreo con las manos en alto. La gente que salió fuera eran habitantes de los pueblecitos de Tsuha, Nago, Goya y Kohatsu. No había nadie de Onaga entre los que salieron, ninguno de Onaga excepto yo. Estaba muy triste.


■ Capturada como prisionera de guerra y trasladada a Adaniya en Nakagusuku

Pasado un tiempo, mis compañeros de prisión comenzaron a cuidarme amablemente. “Kayoko, quédate aquí. Yo lavaré tu ropa, quítatela. Te dejaré mi ropa habitual para que la lleves, así que quédate aquí”, decían, y me enseñaron muchas cosas. No tenía que preocuparme por la comida o cuando estaba durmiendo, pues las ancianas cuidaban de mí.
El mundo que vivimos en aquel tiempo era penoso. No cejaremos en nuestras oraciones por la paz mientras vivamos. Así es como nos sentimos.

■ Mi hermano y mi padre se salvaron y fueron a transportados a Hawái (como prisioneros), y yo me reuní con ellos.

Mi hermano y mi padre fueron tomados como prisioneros y transportados a Hawái. Mi hermano y mi padre pensaron que los matarían en el barco mientras los llevaban a Hawái, pero no lo hicieron y cuando llegaron a Hawái, se encontraron con mucha gente de Onaga. Muchos de los que venían de la Asociación de la Prefectura de Okinawa (kenjinkai) en Hawái se reunieron y les dijeron: “Vinisteis a Hawái y no participasteis en la guerra”, “Sí, eso es admirable, admirable”, decían, y dieron la bienvenida a todos.
Así es como mi hermano y mi padre se reunieron. Cuando regresé a mi pueblo de Onaga, el 68% del pueblo estaba destruido. Onaga sufrió el mayor número de víctimas en la guerra de entre todas las zonas de Nishihara.
De entre los supervivientes, soy la única que no tuvo cicatrices. No tuve ni un rasguño. Toda la gente hablaba de cuándo habían sido heridos, qué oído tenían dañado, cómo se hirieron en la espalda, etc., pero todos estaban bien. Las heridas se habían curado.


■ Un mensaje para las generaciones jóvenes

El militarismo ya no existe aquí, y creo que es bueno que hayamos tenido una educación que nos enseñe los valores de la paz. Una vez que una guerra así comienza, ya es demasiado tarde. Así que en lo que insistimos, como nuestras aserciones, es en el deseo de que esta paz sea exigida siempre.