Me ordenaron inyectar cianuro de potasio – mi experiencia en un hospital de campaña en Kochinda –
Me ordenaron inyectar cianuro de potasio – mi experiencia en un hospital de campaña en Kochinda –
Nombre: Haru Fukuyama(22譜久山ハル)
Fecha de nacimiento: 5 de junio de 1928
Lugar de nacimiento: pueblo de Yonagusuku
En aquel tiempo: Miembro del Cuerpo Femenino de Estudiantes (Cuerpo de Estudiantes de Enfermería de Shiraume)
■ Octubre de 1945: Destinada a un hospital de campaña de la Unidad Tama (apodo de las Brigadas Independientes Mixtas)
Creo que fue más o menos a mediados de octubre, en algún lugar de Ginowan.
Nos dijeron que nos “reuniéramos allí”, así que todos nos reunimos allí.
En aquel momento éramos estudiantes de segundo año de la Escuela de Educación Secundaria. Recibimos la siguiente orden: “Estudiantes de segundo año, preséntense en la Unidad Tama. Estudiantes de tercer año, preséntense en el Hospital Naval”.
Yo pregunté al director: “¿Tenemos que ir sin llevar nada?”
El directo respondió: “El gobernador de la prefectura está aquí. Os daré los certificados de enfermería, así que aunque no os hayáis graduado oficialmente, llevad estos certificados con vosotras. Cuando se presenten en la Unidad, muestren los certificados y digan: “Sí, somos del hospital de la prefectura”. Serán tratadas como enfermeras adultas. Si han aprendido algo pero no se sienten con confianza para ello, exprésenlo diciendo: “Doctor, aprendí a hacer esto así en la escuela, pero ¿es correcto?” Es vuestro deber preguntar de esta manera a los doctores o médicos al cargo de vuestros pacientes”. Todo el mundo recibió un diploma y nos presentamos en la Unidad Tama.
■ Dos ancianos ejecutados por cargos de espionaje
Fue a partir de ahí, después de que fuéramos a la Unidad en Kochinda.
Ancianos de Okinawa venían trayendo tubos pequeños. Uno vino vendiendo batatas cocidas, mientras que otro vino a vender azúcar moreno adherido a una sartén. Los ancianos, que no sabían hablar japonés, me dijeron: “Joven, por favor, compre esto”. Yo respondí: “Vale. ¿Cuánto es todo?”. El precio era 10 sen por una batata.
Como no tenía dinero, le dije: “Todavía no he recibido mi primera paga, así que no tengo dinero”. Entonces, pedí lo siguiente: “Sargento Yoneda, si tuviera algo de dinero, por favor, présteme un poco”. Bromeamos, diciendo: “No sé cuándo podré devolvérselo. Ni siquiera sé si podré devolvérselo cuando me vaya al otro mundo”. Entonces, el doctor dijo: “Cómpralos Uekado. Yo lo pagaré. ¿Cuánto cuestan?” Eran 20 sen por dos batatas, y el azúcar moreno eran 10 sen por una pieza de más o menos este tamaño. Pensando que era un doctor fuera de lo común, acabé tomando prestados 30 sen, y di el dinero a los ancianos, diciendo: “Tomen, por favor”.
Entonces, los ancianos, que no sabían japonés, dijeron: “Somos unos viejos que no hablamos japonés, el idioma de Japón continental”. Como este lugar era una cafetería o una cocina, hice amago de marcharme y sonriendo dije: “Doctor, estos ancianos no saben hablar japonés, así que no pueden hacer nada malo”. El doctor les dijo: “Esperen”. Yo dije: “¿Qué pasa?” El doctor respondió: “Son espías que han venido a vender batatas y azúcar moreno”. Él dijo: “Son ancianos sí, pero llevan buenas ropas. Son definitivamente espías, y por eso visten así”.
En aquel momento, me arrodillé y pedí misericordia para ellos. Por ejemplo, si estos ancianos hubiesen sido mi padre, y fueran a ser asesinados con la espada que llevaba el doctor, realmente hubiera sentido que tenía que morir con ellos. Así que dije: “Doctor, ¿qué va a hacer con estos dos ancianos solo por venir aquí a venderme batatas y azúcar moreno?” El doctor respondió: “Los voy a matar”.
Así que se decidió que el Sargento Yoneda ataría las manos de los ancianos a la espalda y los mataría a ambos. Les dije a los ancianos en el dialecto de Okinawa: “Les van a matar por venir aquí a vender una batata por 10 sen y azúcar por 10 sen. Están en serios problemas”. Pero el haberles hablado en okinawense fue terrible. El doctor me preguntó: “¿Qué has dicho? ¿Qué significan esas palabras?”
Le expliqué al doctor que los ancianos habían venido a vender cosas por 10 sen y se habían metido en problemas, pero no me creyó en absoluto. Al final, el doctor pasó la espada al sargento y dijo: “Deshágase de ellos con esto”. Así que los dos ancianos fueron asesinados delante de mí.
■Trajeron herido a mi primo
Mientras hablaba sobre todos esos heridos que venían para ser tratados, hospitalizando a aquellos que no podían andar y enviando de vuelta a los que podían andar, un primo de mi cuñada casada con el segundo varón de mi familia llegó. Era estudiante de agricultura e ingeniería forestal. Al darme la vuelta, pensé para mí: “Oh, esta persona es de Ota, Gushikawa. Debe de ser el primo de mi cuñada, que se casó y entró en mi familia”. Así que le dije: “Eres Hiroshi ¿verdad?” Él respondió: “Sí”. Así que le dije: “Espera un momento. Haré que cuiden de ti más tarde.” Así que le hice esperar en el sitio.
Entonces pregunté al médico: “¿Hay una cama libre en tal y tal sitio para que pueda ir allí?” El doctor me preguntó: “¿Es familiar tuyo?” Yo respondí: “Sí, es mi primo, doctor”. El doctor estaba de buen humor aquel día y dijo: “De acuerdo, en ese caso, haré lo que pides, Uekado, llévale donde creas que es mejor”. Hasta ese punto estaba de buen humor.
El 1 de junio, el doctor dijo: “Uekado, hay cianuro de potasio disuelto en el cubo. Ve e inyéctalo en el orden correcto”.
Entonces dije: “Oh, doctor, ¿va usted a dejar morir a alguien?” Él respondió: “Al final, tú, el sargento Yoneda y el soldado Iida seréis inyectados también. Tú harás la inyección, y si sobra algo (si queda cianuro de potasio o si aún sobrevive alguien), yo haré la inyección. No lo haré a no ser que no quede nadie”. Así que le dije al sargento Yoneda: “Sargento, ¿está bien si lo derramo?”
Más tarde dije: “Doctor, no voy a hacer la inyección. No haré la inyección incluso si me pega o me mata con su propia espada”. El doctor respondió: “Entonces, deje que se lo beban”. Al final, un médico hizo la inyección –un médico de Japón continental, como el doctor.
Finalmente, el doctor dio la siguiente orden el 1 y el 2 de junio: “Inyectar cianuro de potasio por la mañana del día 2”. Él iba a regresar al cuartel general por la noche de aquel día, desde la ciudad de Kochinda hasta Tomimori.
■En el momento de la dispersión, el doctor me dio una bolsa de tela
Cuando partimos, el doctor me dijo mientras me daba una bolsa de tela: “Hay una fotografía de mi esposa e hijos dentro, y también mi currículum. No he podido enviar el salario que recibí tras venir a Okinawa a la dirección de mi mujer y mis hijos. El salario está dentro. También está todo, como la dirección de mi esposa y mis hijos. Puedes utilizar el dinero para ti o enviarlo a mi mujer e hijos”.
Pregunté al doctor: “¿De dónde es usted?” Esa era la primera vez que le hacía una pregunta de ese tipo. El doctor respondió: “Toyama”. Al escucharle hablar, fingí que sabía dónde estaba y dije: “Oh, Toyama”.
El doctor hizo algunos comentarios como este: “Toyama es una zona rural, así que no te debería haber dicho que soy de Toyama. Debería haber dicho ‘está en Japón continental, pero me pregunto dónde estaba.’ Debería haber dicho ‘Me pregunto dónde estaba’”. Dijo: “Es una zona rural”.
■ Salí del refugio antiaéreo y comencé a refugiarme
Hay un refugio antiáereo grande justo en diagonal frente al actual “Shiraume-no-To (torre de la ciruela blanca)”, en Kuniyoshi.
Este refugio de Kuniyoshi era muy grande con secciones en la parte superior e inferior. Se suponía que era un refugio natural en lo alto y un refugio donde se alojaban los civiles.
El sargento Yoneda me había dado el siguiente consejo: “En Kuniyoshi hay varias unidades moviéndose por allí, así que creo que deberías ir allí lo menos posible”.
En cualquier caso, no caminé junto a nadie. Me refugié yo sola, yendo hacia el sur tan lejos como pude. En vez de ir con mis compañeras de clase o gente que conocía, hice todo el camino yo sola.
■Conocí a una mujer de mediana edad que vivía en Asato
No sabía su nombre en aquel momento, pero conocí a una mujer de mediana edad llamada Yamashiro que vivía en Asato. Me preguntó: “Joven, ¿a dónde vas?”
Le expliqué más o menos la situación por la que había pasado y respondí: “Ahora mismo no hay nadie que conozca y me estoy refugiando, pero ¿a dónde va a usted?” La mujer dijo: “También estoy sola así que ¿por qué no caminamos juntas?” Desde Arakaki, en Itoman, caminamos juntas, hacia Makabi, y finalmente nos hicieron prisioneras en Yamashiro (un refugio antiaéreo que alojaba a la Base del Hospital Central del Ejército Imperial Japonés).
■Nos convertimos en prisioneras en el refugio antiaéreo de Yamashiro.
En aquel momento, estaban ocurriendo cosas increíbles en el lugar debajo de donde se alza actualmente la torre conmemorativa.
La razón de que fuese capturada fue que este refugio antiaéreo ya estaba lleno de gente y era tan sofocante que salí fuera.
Fui la primera en salir afuera porque estaba realmente incómoda allí.
Subí las escaleras diciendo a Yamashiro: “Vamos afuera. Si vamos a morir, hagámoslo después de respirar aire fresco. Es tan incómodo con tanta gente abarrotando el lugar. Es tan incómodo que no sé qué hacer”.
Entonces, Yamashiro me preguntó desde abajo: “¿Cómo se está ahí afuera?” Así que respondí: “El aire es muy fresco”. Entonces, antes de darme cuenta, cuatro o cinco camiones rodearon repentinamente este refugio antiaéreo de Yamashiro.
Nombre: Haru Fukuyama(22譜久山ハル)
Fecha de nacimiento: 5 de junio de 1928
Lugar de nacimiento: pueblo de Yonagusuku
En aquel tiempo: Miembro del Cuerpo Femenino de Estudiantes (Cuerpo de Estudiantes de Enfermería de Shiraume)
■ Octubre de 1945: Destinada a un hospital de campaña de la Unidad Tama (apodo de las Brigadas Independientes Mixtas)
Creo que fue más o menos a mediados de octubre, en algún lugar de Ginowan.
Nos dijeron que nos “reuniéramos allí”, así que todos nos reunimos allí.
En aquel momento éramos estudiantes de segundo año de la Escuela de Educación Secundaria. Recibimos la siguiente orden: “Estudiantes de segundo año, preséntense en la Unidad Tama. Estudiantes de tercer año, preséntense en el Hospital Naval”.
Yo pregunté al director: “¿Tenemos que ir sin llevar nada?”
El directo respondió: “El gobernador de la prefectura está aquí. Os daré los certificados de enfermería, así que aunque no os hayáis graduado oficialmente, llevad estos certificados con vosotras. Cuando se presenten en la Unidad, muestren los certificados y digan: “Sí, somos del hospital de la prefectura”. Serán tratadas como enfermeras adultas. Si han aprendido algo pero no se sienten con confianza para ello, exprésenlo diciendo: “Doctor, aprendí a hacer esto así en la escuela, pero ¿es correcto?” Es vuestro deber preguntar de esta manera a los doctores o médicos al cargo de vuestros pacientes”. Todo el mundo recibió un diploma y nos presentamos en la Unidad Tama.
■ Dos ancianos ejecutados por cargos de espionaje
Fue a partir de ahí, después de que fuéramos a la Unidad en Kochinda.
Ancianos de Okinawa venían trayendo tubos pequeños. Uno vino vendiendo batatas cocidas, mientras que otro vino a vender azúcar moreno adherido a una sartén. Los ancianos, que no sabían hablar japonés, me dijeron: “Joven, por favor, compre esto”. Yo respondí: “Vale. ¿Cuánto es todo?”. El precio era 10 sen por una batata.
Como no tenía dinero, le dije: “Todavía no he recibido mi primera paga, así que no tengo dinero”. Entonces, pedí lo siguiente: “Sargento Yoneda, si tuviera algo de dinero, por favor, présteme un poco”. Bromeamos, diciendo: “No sé cuándo podré devolvérselo. Ni siquiera sé si podré devolvérselo cuando me vaya al otro mundo”. Entonces, el doctor dijo: “Cómpralos Uekado. Yo lo pagaré. ¿Cuánto cuestan?” Eran 20 sen por dos batatas, y el azúcar moreno eran 10 sen por una pieza de más o menos este tamaño. Pensando que era un doctor fuera de lo común, acabé tomando prestados 30 sen, y di el dinero a los ancianos, diciendo: “Tomen, por favor”.
Entonces, los ancianos, que no sabían japonés, dijeron: “Somos unos viejos que no hablamos japonés, el idioma de Japón continental”. Como este lugar era una cafetería o una cocina, hice amago de marcharme y sonriendo dije: “Doctor, estos ancianos no saben hablar japonés, así que no pueden hacer nada malo”. El doctor les dijo: “Esperen”. Yo dije: “¿Qué pasa?” El doctor respondió: “Son espías que han venido a vender batatas y azúcar moreno”. Él dijo: “Son ancianos sí, pero llevan buenas ropas. Son definitivamente espías, y por eso visten así”.
En aquel momento, me arrodillé y pedí misericordia para ellos. Por ejemplo, si estos ancianos hubiesen sido mi padre, y fueran a ser asesinados con la espada que llevaba el doctor, realmente hubiera sentido que tenía que morir con ellos. Así que dije: “Doctor, ¿qué va a hacer con estos dos ancianos solo por venir aquí a venderme batatas y azúcar moreno?” El doctor respondió: “Los voy a matar”.
Así que se decidió que el Sargento Yoneda ataría las manos de los ancianos a la espalda y los mataría a ambos. Les dije a los ancianos en el dialecto de Okinawa: “Les van a matar por venir aquí a vender una batata por 10 sen y azúcar por 10 sen. Están en serios problemas”. Pero el haberles hablado en okinawense fue terrible. El doctor me preguntó: “¿Qué has dicho? ¿Qué significan esas palabras?”
Le expliqué al doctor que los ancianos habían venido a vender cosas por 10 sen y se habían metido en problemas, pero no me creyó en absoluto. Al final, el doctor pasó la espada al sargento y dijo: “Deshágase de ellos con esto”. Así que los dos ancianos fueron asesinados delante de mí.
■Trajeron herido a mi primo
Mientras hablaba sobre todos esos heridos que venían para ser tratados, hospitalizando a aquellos que no podían andar y enviando de vuelta a los que podían andar, un primo de mi cuñada casada con el segundo varón de mi familia llegó. Era estudiante de agricultura e ingeniería forestal. Al darme la vuelta, pensé para mí: “Oh, esta persona es de Ota, Gushikawa. Debe de ser el primo de mi cuñada, que se casó y entró en mi familia”. Así que le dije: “Eres Hiroshi ¿verdad?” Él respondió: “Sí”. Así que le dije: “Espera un momento. Haré que cuiden de ti más tarde.” Así que le hice esperar en el sitio.
Entonces pregunté al médico: “¿Hay una cama libre en tal y tal sitio para que pueda ir allí?” El doctor me preguntó: “¿Es familiar tuyo?” Yo respondí: “Sí, es mi primo, doctor”. El doctor estaba de buen humor aquel día y dijo: “De acuerdo, en ese caso, haré lo que pides, Uekado, llévale donde creas que es mejor”. Hasta ese punto estaba de buen humor.
El 1 de junio, el doctor dijo: “Uekado, hay cianuro de potasio disuelto en el cubo. Ve e inyéctalo en el orden correcto”.
Entonces dije: “Oh, doctor, ¿va usted a dejar morir a alguien?” Él respondió: “Al final, tú, el sargento Yoneda y el soldado Iida seréis inyectados también. Tú harás la inyección, y si sobra algo (si queda cianuro de potasio o si aún sobrevive alguien), yo haré la inyección. No lo haré a no ser que no quede nadie”. Así que le dije al sargento Yoneda: “Sargento, ¿está bien si lo derramo?”
Más tarde dije: “Doctor, no voy a hacer la inyección. No haré la inyección incluso si me pega o me mata con su propia espada”. El doctor respondió: “Entonces, deje que se lo beban”. Al final, un médico hizo la inyección –un médico de Japón continental, como el doctor.
Finalmente, el doctor dio la siguiente orden el 1 y el 2 de junio: “Inyectar cianuro de potasio por la mañana del día 2”. Él iba a regresar al cuartel general por la noche de aquel día, desde la ciudad de Kochinda hasta Tomimori.
■En el momento de la dispersión, el doctor me dio una bolsa de tela
Cuando partimos, el doctor me dijo mientras me daba una bolsa de tela: “Hay una fotografía de mi esposa e hijos dentro, y también mi currículum. No he podido enviar el salario que recibí tras venir a Okinawa a la dirección de mi mujer y mis hijos. El salario está dentro. También está todo, como la dirección de mi esposa y mis hijos. Puedes utilizar el dinero para ti o enviarlo a mi mujer e hijos”.
Pregunté al doctor: “¿De dónde es usted?” Esa era la primera vez que le hacía una pregunta de ese tipo. El doctor respondió: “Toyama”. Al escucharle hablar, fingí que sabía dónde estaba y dije: “Oh, Toyama”.
El doctor hizo algunos comentarios como este: “Toyama es una zona rural, así que no te debería haber dicho que soy de Toyama. Debería haber dicho ‘está en Japón continental, pero me pregunto dónde estaba.’ Debería haber dicho ‘Me pregunto dónde estaba’”. Dijo: “Es una zona rural”.
■ Salí del refugio antiaéreo y comencé a refugiarme
Hay un refugio antiáereo grande justo en diagonal frente al actual “Shiraume-no-To (torre de la ciruela blanca)”, en Kuniyoshi.
Este refugio de Kuniyoshi era muy grande con secciones en la parte superior e inferior. Se suponía que era un refugio natural en lo alto y un refugio donde se alojaban los civiles.
El sargento Yoneda me había dado el siguiente consejo: “En Kuniyoshi hay varias unidades moviéndose por allí, así que creo que deberías ir allí lo menos posible”.
En cualquier caso, no caminé junto a nadie. Me refugié yo sola, yendo hacia el sur tan lejos como pude. En vez de ir con mis compañeras de clase o gente que conocía, hice todo el camino yo sola.
■Conocí a una mujer de mediana edad que vivía en Asato
No sabía su nombre en aquel momento, pero conocí a una mujer de mediana edad llamada Yamashiro que vivía en Asato. Me preguntó: “Joven, ¿a dónde vas?”
Le expliqué más o menos la situación por la que había pasado y respondí: “Ahora mismo no hay nadie que conozca y me estoy refugiando, pero ¿a dónde va a usted?” La mujer dijo: “También estoy sola así que ¿por qué no caminamos juntas?” Desde Arakaki, en Itoman, caminamos juntas, hacia Makabi, y finalmente nos hicieron prisioneras en Yamashiro (un refugio antiaéreo que alojaba a la Base del Hospital Central del Ejército Imperial Japonés).
■Nos convertimos en prisioneras en el refugio antiaéreo de Yamashiro.
En aquel momento, estaban ocurriendo cosas increíbles en el lugar debajo de donde se alza actualmente la torre conmemorativa.
La razón de que fuese capturada fue que este refugio antiaéreo ya estaba lleno de gente y era tan sofocante que salí fuera.
Fui la primera en salir afuera porque estaba realmente incómoda allí.
Subí las escaleras diciendo a Yamashiro: “Vamos afuera. Si vamos a morir, hagámoslo después de respirar aire fresco. Es tan incómodo con tanta gente abarrotando el lugar. Es tan incómodo que no sé qué hacer”.
Entonces, Yamashiro me preguntó desde abajo: “¿Cómo se está ahí afuera?” Así que respondí: “El aire es muy fresco”. Entonces, antes de darme cuenta, cuatro o cinco camiones rodearon repentinamente este refugio antiaéreo de Yamashiro.