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Llevábamos a los enfermos y heridos a refugios cuando oíamos las sirenas antiaéreas

Llevábamos a los enfermos y heridos a refugios cuando oíamos las sirenas antiaéreas

Nombre: Haru Iramina (02伊良皆ハル)(nacida en la isla de Kuroshima)
Edad en aquel tiempo: 26 años
Empleo en aquel tiempo: Encargada de residencia, Okinawa Airakuen (sanatorio de pacientes de lepra)
Lugar: Zona norte de la isla de Okinawa.

[Me repudiaban por mi enfermedad]
Nunca olvidaré lo que ocurrió aquel día. Tenía 12 años y esto pasó más o menos durante el tercer periodo de un sábado, durante el primer trimestre del quinto curso. Dos estudiantes se sentaban juntas en cada asiento, pero la que se sentaba habitualmente conmigo no estaba porque ese día un hermano suyo había muerto.
Una niña quería sentarse a mi lado, así que la dejé sentarse ahí. Pero entonces alguien dijo: “Esa niña tiene la enfermedad de Hansen (lepra)”. Y entonces, todos los estudiantes de quinto curso, incluso los de sexto que estaban cerca de mí, se alejaron hacia la derecha y la izquierda, delante y detrás de mí, dejándome sola en el centro. Solamente tenía 12 años en aquel momento, pero recuerdo sufrir tanto que quería saltar a un pozo y morirme. En aquella época, cuando contraías la enfermedad de Hansen no podías caminar por la calle y entonces me quedé en casa, sin que me vieran otras personas durante siete u ocho años. Cuando me mudé de la isla de Kuroshima a la de Ishigakijima no se me permitió subir al mismo barco que el de los demás. En vez de eso, me cubrieron con una manta para que no me viera el resto y me metieron en un bote de pesca construido con tablas que me llevó a la isla de Ishigakijima. Supongo que era inevitable en aquellos momentos. Me repudiaban totalmente. Nadie me hablaba. Pensaban que contraerían la enfermedad hablando conmigo, así que nadie me dirigía la palabra. Todo el mundo me evitaba.

[Sirena antiaérea]
Mis manos no estaban muy deformadas en aquel momento, así que cuando oí la sirena antiaérea, utilicé ambos brazos para llevar a la persona que estaba junto a mí a la espalda y huimos hacia un refugio. Solo podía usar una mano, así que casi dejé caer a aquella anciana. Otra persona me pedía ayuda, así que le dije: “Por favor, siéntese y espere aquí. Voy a dejar a esta anciana primero en el refugio antes de venir a por usted”; pero empezó a llorar desconsoladamente. Senté a la anciana dentro del refugio y regresé hacia la otra señora, y la rescaté llevándola a la espalda.
Lo hice una y otra vez, y otra. Quizás esa fue la razón de que se me perdonase la vida.
Una vez, un piloto de un avión estadounidense me vio y casi me mata. No había agua en el refugio, así que estaba lavando los platos cerca de un pozo, y mientras lo hacía, tres aviones descendieron y empezaron a bombardear sobre mi cabeza. Había un sanatorio cerca, así que fui hacia allí y me salvé.

[Lavando pañales de los pacientes]
Las bombas no alcanzaron al hospital, pero cuando sonaba la sirena antiaérea, llevábamos a los pacientes a nuestras espaldas hasta los refugios, y después de que las sirenas cesaban de sonar, los llevábamos de vuelta y los acostábamos en sus camas. Una vez, una de las pacientes estaba enfadada y me dijo: “No me importa si me muero así que no voy a ir”. Le pregunté: “¿Está segura de que es lo que quiere?”; y al principio la dejé ahí, pero tan pronto como las bombas empezaron a caer regresé para ver cómo estaba. Cuando llegué me pidió ayuda diciendo: “¡Ven rápido y sácame de aquí!”; así que la cargué a la espalda y la llevé fuera conmigo. En el momento de la verdad, no importa qué tipo de persona seas, la gente pide ayuda por la inmensa y terrible naturaleza de las bombas.
En la sala de los enfermos, la gente seguía muriendo de diarrea todos los días. Lavé multitud de pañales en el mar debido a la diarrea, pero hacía muchísimo frío y lloraba: “¿Por qué tengo que hacer esto?”; pensaba. Cuando lavaba en el mar para quitar los excrementos, las lágrimas brotaban de mis ojos porque ni siquiera había hecho esto por mis propios padres.

[Ataque aéreo del 10-10 (10 de octubre de 1944)]
Ni siquiera podía dar un paso fuera. Quizás pensaban que los soldados estaban en las casas, porque las bombas seguían cayendo sobre nosotros y perdimos todas las casas. No estaban construidas con cemento; eran simples casas con techos de paja, así que no quedó nada de ellas.

[Un mensaje de paz]
Jamás debe producirse otra guerra. Por eso detesto la presencia de bases militares. Okinawa está obligada a soportar demasiado. Creo que los estadounidenses no tienen escrúpulos. Nos menosprecian. Sufrimos mucho durante la guerra. Sufrí por la enfermedad de Hansen pero también sufrí por la guerra.
Mientras tengamos bases militares, tendremos batallas aquí. Cuando pienso en ello, me compadezco de mis hijos y de mis nietos. La guerra es verdaderamente espantosa porque las bombas caen sobre ti desde los aviones y desde los buques. Os pido que nunca volvamos a tener una guerra otra vez. Os lo suplico.