Las últimas palabras de mi padre: “No importa lo que ocurra. Regresa a Okinawa.” – Corriendo para escapar del campo de batalla con mi sobrina de tres años a la espalda – Testigo: Chiyoko Yokota (03横田チヨ子)
Las últimas palabras de mi padre: “No importa lo que ocurra. Regresa a Okinawa.”
- Corriendo para escapar del campo de batalla con mi sobrina de tres años a la espalda -
Testigo: Chiyoko Yokota (03横田チヨ子)
Fecha de nacimiento: 8 de mayo de 1929
Lugar de nacimiento: Saipán
Edad en aquel tiempo: 16 años
■ Los sentimientos cambian cuando Saipán es arrastrada a la batalla.
Los recursos escaseaban, así que no podíamos vivir de manera extravagante y apreciábamos las cosas que teníamos. Solo existía una idea en aquel momento: que todos teníamos que echar una mano para ganar la guerra. En esa época, en la escuela nos enseñaban que ganaríamos la guerra. No temíamos que la guerra alcanzase una situación desesperada.
Tuvimos nuestro primer ataque aéreo, y cuando sufrimos bombardeos navales el día 13, nos dimos cuenta de que la guerra había llegado a Saipán. No pensábamos que íbamos a ser derrotados, y como no creíamos en otra cosa que no fuera que la guerra iba a ser ganada, no sufrimos demasiada ansiedad.
■ Los ataques aéreos
La isla fue destruida por las armas de los buques y otros ataques, y al echar un vistazo fuera, vi que la isla ardía totalmente de sur a norte y el humo ascendía. También pude ver el océano repleto de puntos negros que eran buques de guerra allá lejos. Simplemente creí que aquellos barcos eran de la marina japonesa. Un soldado me dijo: “Es muy peligroso quedarse aquí, así que vete al refugio antiaéreo”.
Mientras me dirigía al refugio antiaéreo, la zona estaba llena de gente huyendo y escapando. Mientras los proyectiles de los buques caían, pasé al lado de mucha gente y me dirigí a casa, donde mis padres vivían. Mi regreso a casa fue horrendo. Oía los proyectiles que pasaban con un silbido “fiú… fiú…” y estallaban. Una persona que había sido alcanzada por la metralla de los proyectiles de los buques caminó dos o tres pasos sin cabeza antes de desplomarse. Fui testigo de escenas repugnantes como esa.
Después de ir a Banaderu, mi hermano mayor me dijo: “No hay esperanza de sobrevivir. No sé quién morirá primero, pero trata de mantenerte vivo lo máximo posible y sobrevive hasta que lleguen las tropas japonesas.”
■ La situación en el momento que fui herido
Primero fui alcanzado por una bala, cerca de la carretera. Al acercarse el amanecer, decidimos escondernos en las montañas. Podía ver la carretera que se extendía entre los árboles de la montaña. Así que caminamos por las montañas. Las montañas de Saipán estaban cubiertas principalmente por pandanos. Cuando estaba entre dos de estos árboles, la metralla procedente de los bombardeos navales me alcanzó en el pie de derecho. Se hizo de noche, así que decidimos huir, pero notaba cómo el dolor se extendía gradualmente desde mi herida por todo el cuerpo, como si fuese veneno extendiéndose. Así que me dije: “No podré moverme ni caminar así mucho más lejos. Debéis seguir adelante y escapar”. Mi padre me decía: “Una familia se mantiene unida. No podemos dejar atrás a ninguno de nosotros”. Así que todos nos quedamos allí. El enemigo ya estaba cerca y la gente de nuestro alrededor ya estaba preparándose para huir.
Entonces, cuando nuestra familia se escondió bajo un árbol grande, un avión pasó sobre nosotros dando un giro. Pude escuchar el sonido de la ametralladora alcanzando el suelo, ta… ta… ta. Estaba tumbado pero fui herido en el brazo izquierdo por el fuego de la ametralladora del avión, que estaba girando para enviar la señal de nuestra posición al barco. Fuimos alcanzados por los proyectiles de tres cañones navales justo en frente de nosotros. A mi hermano mayor lo alcanzó la metralla y murió al instante. Fue herido en el pecho. Estaba arrastrándose junto a mí, y cuando miré, la sangre brotaba a borbotones de su pecho y no hizo ningún sonido. Simplemente se quedó así y entonces murió. Mi padre y mis otros hermanos estaban bajo otro pandano y dije: “Mi hermano mayor ha sido alcanzado. Salid todos, por favor”, pero cada uno, todos, sufrían heridas de bala. Mi madre había sido herida en el dorso de la mano y ligeramente por encima de sus cejas. Mi padre casi había perdido el brazo completamente, mientras que mi cuñada había sido alcanzada en la cadera y la bala se había quedado dentro. Mi hermano menor también había sido herido en una pierna.
Así que al final, mi cuñada y su hija, mi padre, mi madre y yo fuimos hasta un pandano cerca de la costa. Creo que mi padre quería sacar de aquel lugar a mi madre, que estaba gravemente herida, después de haber pasado la noche allí, justo antes de suicidarse. Curé su brazo herido, pero me dijo que lo cortase porque solo le molestaba. Tenía una navaja de afeitar, así que me dijo que le cortase el brazo con ella, pero yo lo dije que no le podía cortar el brazo con una navaja. Entonces dijo enfadado: “¿De qué sirve trabajar en un hospital?” Había un policía residente cerca llamado Yamada, así que le llamamos. Le pedimos que cortase el brazo de mi padre. Cuando Yamada lo cortó, yo estaba sentado cerca y me empapé con la sangre de mi padre. En retrospectiva, los huesos del brazo de mi padre se quebraron, pero las arterias seguían conectadas. No podía creer toda la sangre que había en él y yo estaba empapado en ella. Después me habló y me dejó sus últimas palabras. “No importa lo que ocurra. Regresa a Okinawa. No mueras. Seguro que vamos a ganar esta guerra”. Cuando los bombardeos aéreos eran ensordecedores y el sonido de las explosiones retumbaba, no podía oír su voz. Mientras escuchaba las palabras de mi padre, yo estaba mirando los aviones. “Concéntrate en terminar tus estudios. Llegará el día en que seas capaz de volar en uno de esos aviones”. Me dijo muchas cosas así.
■ Tras la muerte de mi padre
Era muy difícil cuando mi sobrina de tres años se ponía a llorar. Había cargado con la niña a la espalda desde que mi hermano mayor había muerto. Me habían dicho que no la hiciese llorar, así que intentaba entretenerla. Mi padre llamó a mi cuñada y le dijo algunas últimas palabras. Cuando terminaron, mi padre me llamó, así que intercambiamos posiciones.
Mi cuñada se hizo cargo de la niña. Entonces, al llegar donde estaba mi padre, estábamos hablando de esto y de lo otro – sobre la amputación de su brazo- y mientras hablábamos dijo: “Si tú llevas a la niña, llorará, y pondrás en peligro la vida de todos. Debes dejar a la niña aquí. Los soldados están llegando a todos sitios. Deja aquí a la niña para que puedas escapar. Déjala cerca de mí. Los dos debéis regresar a Okinawa de cualquier manera. A su debido tiempo, volverás a ver a tu hermano y a tu madre”. Después de decir esto, falleció.
Podía escuchar a la gente decirnos que matásemos a la niña y lo que pasaría si se ponía a llorar. La zona estaba repleta de gente que llevaba a sus hijos con ellos.
Así que mi sobrina también murió.
“¿Por qué la mataste, hermana?”, pregunté a mi cuñada. Y esta me respondió: “Porque tu padre me lo pidió”. Imagino que la niña estaba a punto de llorar, y por tanto tuvieron que hacerlo. Al final, no obstante, fue un asesinato.
Jamás le he contado a nadie lo que mi cuñada hizo con esta niña. Sin embargo, ya que mi cuñada ya ha fallecido y todas aquellas personas que vivieron aquella experiencia ya no están conmigo, creo que esta historia debe ser contada. No hay manera de que entiendas aquella situación; no importa lo bien que te la explique. Ese tipo de acción solo puede ser entendida por la gente que realmente vivió aquello. Así son los horrores de la guerra. Creo firmemente que la guerra nunca debe volver a producirse, solo por las experiencias que tuve.
■ Suicidios masivos en Saipán
Cómo podría explicar esto. Súplicas tipo “Mátalos, mátalos”, o cosas similares. Puedo oír las burlas, gritos como “Si no puedes matar, hay otras maneras de hacerlo”. Al final, un padre prefería quitar la vida de su propia familia antes de que otros los matasen. Algunos despeñaron a su propia familia por los acantilados y después de haber tirado a los niños, dudaban y no podían saltar para suicidarse.
Hubo una persona que tenía planeado morir por la mañana saltando al mar con sus padres y su hermano menor. Los padres y el hermano saltaron, pero esa persona simplemente no pudo saltar. Esa persona aún está viva. He participado en ceremonias de recuerdo en Saipán con esa persona. Hubo otra que fue empujada por un desconocido, cayó al mar pero sobre un cadáver, y fue recogido por las tropas estadounidenses. Teníamos tanques y extranjeros aproximándose por detrás. Estábamos muy asustados. Teníamos más miedo de las tropas estadounidenses que de morir, así que suicidarse no parecía una idea tan terrible.
Todos contábamos con saltar del acantilado. Solo necesitábamos correr hacia él y saltar. Hubo mucha gente que se suicidó o que mató a su propia familia. La gente mató a su propia familia, a sus hijos y sus hermanos, y debió de haber mucha gente así. Esto es algo que nadie querría contar…
Después de que mi padre muriese, yo también me acerqué hasta el mar. Dije: “Hermana. Solo quedamos nosotros dos. Nos han dicho que regresemos a Okinawa, pero no hay manera de regresar. Entremos en el mar y dejémonos morir”; y entramos en el mar. “Hermana, tú eres más baja que yo así que vengas detrás de mí, yo te guío el camino". Mientras entrábamos, fuimos rociados rápidamente por el agua. Tragamos agua del mar, la cual estaba muy salada. El agua salada te hace sufrir. Ya que íbamos a morir, teníamos que seguir insistiendo, pero era muy doloroso y no pude moverme. Mientras todo esto ocurría, dije: “Hermana, aquí está muy hondo, es mejor ir por ahí”. Hablábamos mientras nos movíamos. Es raro cuando pienso en ello ahora. Íbamos muy en serio en aquel momento. Seguimos caminando y dije: “Estoy muy cansado, hermana. El cielo está cada vez más brillante y sería espantoso si ahora viniesen los aviones militares estadounidenses. Volvamos a la orilla, bebamos agua y dejémonos morir”. Así es como sobreviví.
- Corriendo para escapar del campo de batalla con mi sobrina de tres años a la espalda -
Testigo: Chiyoko Yokota (03横田チヨ子)
Fecha de nacimiento: 8 de mayo de 1929
Lugar de nacimiento: Saipán
Edad en aquel tiempo: 16 años
■ Los sentimientos cambian cuando Saipán es arrastrada a la batalla.
Los recursos escaseaban, así que no podíamos vivir de manera extravagante y apreciábamos las cosas que teníamos. Solo existía una idea en aquel momento: que todos teníamos que echar una mano para ganar la guerra. En esa época, en la escuela nos enseñaban que ganaríamos la guerra. No temíamos que la guerra alcanzase una situación desesperada.
Tuvimos nuestro primer ataque aéreo, y cuando sufrimos bombardeos navales el día 13, nos dimos cuenta de que la guerra había llegado a Saipán. No pensábamos que íbamos a ser derrotados, y como no creíamos en otra cosa que no fuera que la guerra iba a ser ganada, no sufrimos demasiada ansiedad.
■ Los ataques aéreos
La isla fue destruida por las armas de los buques y otros ataques, y al echar un vistazo fuera, vi que la isla ardía totalmente de sur a norte y el humo ascendía. También pude ver el océano repleto de puntos negros que eran buques de guerra allá lejos. Simplemente creí que aquellos barcos eran de la marina japonesa. Un soldado me dijo: “Es muy peligroso quedarse aquí, así que vete al refugio antiaéreo”.
Mientras me dirigía al refugio antiaéreo, la zona estaba llena de gente huyendo y escapando. Mientras los proyectiles de los buques caían, pasé al lado de mucha gente y me dirigí a casa, donde mis padres vivían. Mi regreso a casa fue horrendo. Oía los proyectiles que pasaban con un silbido “fiú… fiú…” y estallaban. Una persona que había sido alcanzada por la metralla de los proyectiles de los buques caminó dos o tres pasos sin cabeza antes de desplomarse. Fui testigo de escenas repugnantes como esa.
Después de ir a Banaderu, mi hermano mayor me dijo: “No hay esperanza de sobrevivir. No sé quién morirá primero, pero trata de mantenerte vivo lo máximo posible y sobrevive hasta que lleguen las tropas japonesas.”
■ La situación en el momento que fui herido
Primero fui alcanzado por una bala, cerca de la carretera. Al acercarse el amanecer, decidimos escondernos en las montañas. Podía ver la carretera que se extendía entre los árboles de la montaña. Así que caminamos por las montañas. Las montañas de Saipán estaban cubiertas principalmente por pandanos. Cuando estaba entre dos de estos árboles, la metralla procedente de los bombardeos navales me alcanzó en el pie de derecho. Se hizo de noche, así que decidimos huir, pero notaba cómo el dolor se extendía gradualmente desde mi herida por todo el cuerpo, como si fuese veneno extendiéndose. Así que me dije: “No podré moverme ni caminar así mucho más lejos. Debéis seguir adelante y escapar”. Mi padre me decía: “Una familia se mantiene unida. No podemos dejar atrás a ninguno de nosotros”. Así que todos nos quedamos allí. El enemigo ya estaba cerca y la gente de nuestro alrededor ya estaba preparándose para huir.
Entonces, cuando nuestra familia se escondió bajo un árbol grande, un avión pasó sobre nosotros dando un giro. Pude escuchar el sonido de la ametralladora alcanzando el suelo, ta… ta… ta. Estaba tumbado pero fui herido en el brazo izquierdo por el fuego de la ametralladora del avión, que estaba girando para enviar la señal de nuestra posición al barco. Fuimos alcanzados por los proyectiles de tres cañones navales justo en frente de nosotros. A mi hermano mayor lo alcanzó la metralla y murió al instante. Fue herido en el pecho. Estaba arrastrándose junto a mí, y cuando miré, la sangre brotaba a borbotones de su pecho y no hizo ningún sonido. Simplemente se quedó así y entonces murió. Mi padre y mis otros hermanos estaban bajo otro pandano y dije: “Mi hermano mayor ha sido alcanzado. Salid todos, por favor”, pero cada uno, todos, sufrían heridas de bala. Mi madre había sido herida en el dorso de la mano y ligeramente por encima de sus cejas. Mi padre casi había perdido el brazo completamente, mientras que mi cuñada había sido alcanzada en la cadera y la bala se había quedado dentro. Mi hermano menor también había sido herido en una pierna.
Así que al final, mi cuñada y su hija, mi padre, mi madre y yo fuimos hasta un pandano cerca de la costa. Creo que mi padre quería sacar de aquel lugar a mi madre, que estaba gravemente herida, después de haber pasado la noche allí, justo antes de suicidarse. Curé su brazo herido, pero me dijo que lo cortase porque solo le molestaba. Tenía una navaja de afeitar, así que me dijo que le cortase el brazo con ella, pero yo lo dije que no le podía cortar el brazo con una navaja. Entonces dijo enfadado: “¿De qué sirve trabajar en un hospital?” Había un policía residente cerca llamado Yamada, así que le llamamos. Le pedimos que cortase el brazo de mi padre. Cuando Yamada lo cortó, yo estaba sentado cerca y me empapé con la sangre de mi padre. En retrospectiva, los huesos del brazo de mi padre se quebraron, pero las arterias seguían conectadas. No podía creer toda la sangre que había en él y yo estaba empapado en ella. Después me habló y me dejó sus últimas palabras. “No importa lo que ocurra. Regresa a Okinawa. No mueras. Seguro que vamos a ganar esta guerra”. Cuando los bombardeos aéreos eran ensordecedores y el sonido de las explosiones retumbaba, no podía oír su voz. Mientras escuchaba las palabras de mi padre, yo estaba mirando los aviones. “Concéntrate en terminar tus estudios. Llegará el día en que seas capaz de volar en uno de esos aviones”. Me dijo muchas cosas así.
■ Tras la muerte de mi padre
Era muy difícil cuando mi sobrina de tres años se ponía a llorar. Había cargado con la niña a la espalda desde que mi hermano mayor había muerto. Me habían dicho que no la hiciese llorar, así que intentaba entretenerla. Mi padre llamó a mi cuñada y le dijo algunas últimas palabras. Cuando terminaron, mi padre me llamó, así que intercambiamos posiciones.
Mi cuñada se hizo cargo de la niña. Entonces, al llegar donde estaba mi padre, estábamos hablando de esto y de lo otro – sobre la amputación de su brazo- y mientras hablábamos dijo: “Si tú llevas a la niña, llorará, y pondrás en peligro la vida de todos. Debes dejar a la niña aquí. Los soldados están llegando a todos sitios. Deja aquí a la niña para que puedas escapar. Déjala cerca de mí. Los dos debéis regresar a Okinawa de cualquier manera. A su debido tiempo, volverás a ver a tu hermano y a tu madre”. Después de decir esto, falleció.
Podía escuchar a la gente decirnos que matásemos a la niña y lo que pasaría si se ponía a llorar. La zona estaba repleta de gente que llevaba a sus hijos con ellos.
Así que mi sobrina también murió.
“¿Por qué la mataste, hermana?”, pregunté a mi cuñada. Y esta me respondió: “Porque tu padre me lo pidió”. Imagino que la niña estaba a punto de llorar, y por tanto tuvieron que hacerlo. Al final, no obstante, fue un asesinato.
Jamás le he contado a nadie lo que mi cuñada hizo con esta niña. Sin embargo, ya que mi cuñada ya ha fallecido y todas aquellas personas que vivieron aquella experiencia ya no están conmigo, creo que esta historia debe ser contada. No hay manera de que entiendas aquella situación; no importa lo bien que te la explique. Ese tipo de acción solo puede ser entendida por la gente que realmente vivió aquello. Así son los horrores de la guerra. Creo firmemente que la guerra nunca debe volver a producirse, solo por las experiencias que tuve.
■ Suicidios masivos en Saipán
Cómo podría explicar esto. Súplicas tipo “Mátalos, mátalos”, o cosas similares. Puedo oír las burlas, gritos como “Si no puedes matar, hay otras maneras de hacerlo”. Al final, un padre prefería quitar la vida de su propia familia antes de que otros los matasen. Algunos despeñaron a su propia familia por los acantilados y después de haber tirado a los niños, dudaban y no podían saltar para suicidarse.
Hubo una persona que tenía planeado morir por la mañana saltando al mar con sus padres y su hermano menor. Los padres y el hermano saltaron, pero esa persona simplemente no pudo saltar. Esa persona aún está viva. He participado en ceremonias de recuerdo en Saipán con esa persona. Hubo otra que fue empujada por un desconocido, cayó al mar pero sobre un cadáver, y fue recogido por las tropas estadounidenses. Teníamos tanques y extranjeros aproximándose por detrás. Estábamos muy asustados. Teníamos más miedo de las tropas estadounidenses que de morir, así que suicidarse no parecía una idea tan terrible.
Todos contábamos con saltar del acantilado. Solo necesitábamos correr hacia él y saltar. Hubo mucha gente que se suicidó o que mató a su propia familia. La gente mató a su propia familia, a sus hijos y sus hermanos, y debió de haber mucha gente así. Esto es algo que nadie querría contar…
Después de que mi padre muriese, yo también me acerqué hasta el mar. Dije: “Hermana. Solo quedamos nosotros dos. Nos han dicho que regresemos a Okinawa, pero no hay manera de regresar. Entremos en el mar y dejémonos morir”; y entramos en el mar. “Hermana, tú eres más baja que yo así que vengas detrás de mí, yo te guío el camino". Mientras entrábamos, fuimos rociados rápidamente por el agua. Tragamos agua del mar, la cual estaba muy salada. El agua salada te hace sufrir. Ya que íbamos a morir, teníamos que seguir insistiendo, pero era muy doloroso y no pude moverme. Mientras todo esto ocurría, dije: “Hermana, aquí está muy hondo, es mejor ir por ahí”. Hablábamos mientras nos movíamos. Es raro cuando pienso en ello ahora. Íbamos muy en serio en aquel momento. Seguimos caminando y dije: “Estoy muy cansado, hermana. El cielo está cada vez más brillante y sería espantoso si ahora viniesen los aviones militares estadounidenses. Volvamos a la orilla, bebamos agua y dejémonos morir”. Así es como sobreviví.