Mi experiencia de posguerra: vivir con el espíritu del hambre
Sra. Michiko Uehara
Año de nacimiento:1935
Lugar de nacimiento:Ciudad de Itoman
Evacuación a Yanbaru
Mi padre fue llamado a filas para servir en las Fuerzas de Defensa en torno al mes de octubre de 1944. Yo estudiaba el tercer curso en una escuela nacional de primaria. En casa teníamos un carruaje y dos caballos. A menudo, acompañaba a mi padre en el carruaje e íbamos a nuestro huerto. Veía cómo trabajaba y a veces le ayudaba un poco. Todavía tengo buenos recuerdos de aquellos días. Entonces, comenzó el entrenamiento para la evacuación y la vida en el refugio. El refugio era conocido como Amanzou Gama (cueva) y estaba a unos 3 kilómetros de nuestra casa en Odo, Itoman. Unas 200 personas de nuestra aldea fueron evacuadas allí.
El 24 de marzo, recibimos un aviso que nos pedía que evacuáramos a Yanbaru (norte de Okinawa) ese mismo día porque iba a haber un bombardeo naval. No recuerdo exactamente de dónde vino la orden. A eso de las 9 de la noche del 24, huimos a pie hacia Yanbaru cargando el equipaje y otros enseres a la espalda. Nos salvamos porque pudimos huir. Éramos siete. Mi madre, yo con mis cuatro hermanos y mi abuela por parte de madre. Los que evacuamos nos dirigimos a un pequeño monte en Afuso Nakama, en la aldea de Onna. El lugar estaba preparado para acoger a refugiados. Durante el día, nos ocultábamos a un lado de la carretera para evitar que nos alcanzaran los bombardeos navales. Pasadas las 9 de la noche, nos dirigíamos a la zona de evacuación. Tardamos cuatro días y tres noches a pie. Para cuando llegamos, tenía los pies hinchados y en muy mal estado.
De la evacuación al internamiento
El sitio donde nos internaron también estabaen Afuso Nakama, en la aldea de Onna. Tres soldados estadounidenses armados vinieron en misión de inspección. Por aquel entonces, permaneciamos en una choza de evacuación. Las mujeres y las madres tenían treinta o cuarenta y tantos años, y eran jóvenes y guapas, y nos habían dicho que
los estadounidenses las violarían. Entonces, se embadurnaban los rostros de negro con hollín de macetas llamado Nabinuhingu y permanecian despeinadas para parecer más viejas a proposito y cargaban niños en sus espaldas o brazos Hicieron que se sentaran todos los niños frente a la choza. Un día, unos soldados estadounidenses se acercaron a nuestra choza apuntándonos con sus fusiles. Entonces, de repente, nos ofrecieron caramelos y los niños nos peleabamos por los caramelos. Los niños estaban contentos pero alguien dijo desde el fondo de la choza: «Están envenenados. Están repartiendo caramelos envenenados para mataros. ¡No os los comáis!» Los niños se quedaron estupefactos y se apresuraron a tirar todos los caramelos. Uno de los soldados estadounidenses que sabía nuestro idioma dijo: «No pasa nada», y se comió un caramelo frente a nosotros. Nos dijeron: «Hay agua y comida en abundancia, así que no os preocupéis». y diciendo asi ofrecieron a los niños un montón de caramelos.
Al día siguiente, cuatro o cinco soldados estadounidenses regresaron y nos hicieron prisioneros de guerra. En vez de cuerda o soga, utilizaron hierba de las Pampas trenzada para formar una cuerda larga. Estaban atadas en intervalos de unos dos metros, y estaban conectadas con una granada de mano. Nos dijeron que no tocásemos las granadas porque eran peligrosas, y que no deberiamos intentar de huir Caminamos hasta una zona abierta al pie de la montaña. Tardamos alrededor de una hora, ya que bajamos lentamente la montaña. Nos hicieron sentar en aquel espacio abierto y nos rociaron con DDT (insecticida) que venía en forma de polvo blanco. Los chicos se desnudaron de cintura para arriba y fueron rociados con DDT desde la cabeza hacia abajo. Las chicas tenían el pelo infestado de piojos, así que nos desinfectaron todo el cabello con DDT. Nos quitaron todos los objetos afilados que teníamos y nos subieron en camiones.
Vida en el campo de internamiento de Ishikawa
Nos llevaron al campo de internamiento de Ishikawa. El campo de internamiento de Ishikawa era enorme. Estaba rodeado por todas partes de una red de alambre hecha con barasen (alambre de espino). Había filas de tiendas de campaña. Las tiendas no estaban asignadas a cada familia. No había ninguna lona sobre el suelo para acostarse y era puro suelo embarrado Era suficiente para protegerse de la lluvia. Pusieron a dos o tres familias en una sola tienda de campaña. El suelo dentro de la tienda estaba sucio por el barro. No nos podíamos sentar en el suelo porque no había lona ni nada con qué cubrirlo. Cortamos paja y la colocamos en el suelo. Así pudimos establecernos allí durante un tiempo.
Entonces nos reunieron y nos dieron raciones y otros suministros. Después de la guerra, supe que lo que nos daban eran raciones de combate para los soldados estadounidenses. Las raciones estaban enlatadas y contenian todo tipo de cosas adentro Cosas como leche en polvo e, incluso, queso. No teníamos recipientes, así que cogíamos la comida con las manos y nos llevábamos todo lo que podíamos antes de regresar a nuestras tiendas.
Por aquel entonces, los niños eran muy considerados con sus padres. Los estudiantes de secundaria eran los que trabajaban más duro. Después de recibir sus raciones, los chicos llevaban las raciones a sus mayores y a sus madres, y volvian a formarse en la cola para conseguir más raciones. Parecía que cuidaban de sus familias sustituyendo a sus padres.
Regreso a casa desde los campos
Nos trasladaron del campo de internamiento de Ishikawa al de la playa de Nashiro en Itoman. En Ishikawa, estuvimos un año más o menos; y permanecimos en Nashiro por casi medio año Después, nos reubicaron en Komesu/Odo. A la tercera reubicación, regresamos a mi aldea. En la casa no solo vivía con mi familia, sino con otras tres familias. Construimos unidades habitacionales llamadas «dos por cuatro» y vivian tres familias en cada vivienda Todas las casas de mi aldea habían sido completamente destruidas Las viviendas básicas 2×4 («dos por cuatro») se construyeron poco a poco, una aquí y otra allí. Esperamos en la playa de Nashiro hasta que terminaron las viviendas básicas. Tan pronto como estuvieron disponibles, se decidió quién se establecería después, y a las familias que les tocaba, la habitaban.
También había un vertedero del ejército estadounidense cerca de nuestro asentamiento. Cuando tiraban la basura, corríamos hacia allí para recoger las mantas desechadas, uniformes militares y restos de paracaídas. Traíamos a casa lo que recuperábamos como «trofeos de guerra». Entre la basura, también había latas con restos de comida. Nos llevábamos de vuelta cualquier cosa comestible, añadíamos verduras y nos lo comíamos todo.
Vida escolar tras la guerra
Estudiábamos en una aula miserable, en un suelo sucio con hojalata y paja. No había escritorios ni pizarra, y simplemente escribíamos en el suelo lo que el profesor nos iba diciendo. El edificio de la escuela era un barracón Quonset del ejército estadounidense. El techo del Quonset era redondo. Como había muchos niños, no todos cabían dentro. Así que algunas clases se impartían fuera, debajo de un árbol. Como no teníamos sillas, buscábamos tejas y piedras planas y nos sentabamos sobre ellas para estudiar El profesor de arte nos decía que pintáramos la imagen del árbol bajo el que nos sentábamos. Así eran nuestras clases al aire libre. Los lápices fueron finalmente incluidos en las raciones, y los profesores los repartían a los estudiantes. No teníamos papel blanco y solíamos cortar papel de cartón marrón claro que utilizábamos como cuadernos.
Fuimos a la Escuela Secundaria de Miwa y tuvimos clases por primera vez Pero no teníamos libros de texto. El profesor de música se esforzó mucho por enseñarnos y había una clase de hacer dibujos Al principio, no teníamos clase de japonés, pero el sistema se organizó poco a poco y más tarde recibimos libros de texto. Después, también se repartieron cuadernos. Pocos profesores de la escuela tenían una titulación para dar clase. El profesor de matemáticas enseñaba japonés y otros temas al igual Durante el tiempo que fuimos a la Escuela Secundaria de Miwa siempre teníamos hambre. Para el almuerzo, solo teníamos patatas dulces.
Un día, de camino a casa desde la escuela alguien dijo que había muchos tomates cerca de la Torre Conmemorativa Konpaku. Cuatro o cinco de nosotros decidimos ir y coger algunos. Había tomates maduros creciendo allí, y todos estaban desesperados por comer uno Dos o tres días después, le hablé de los tomates a mi madre. Dijo: «Están tan maduros porque hay tres cadáveres enterrados en el suelo». Me enseñó que los cadáveres fertilizaban el suelo y los hacían crecer. Eso me asustó y, después de eso, no regresé a buscar tomates. Los restos humanos fueron desenterrados y enterrados apropiadamente en la Torre Conmemorativa Konpaku.
Del bachillerato a la universidad
En aquellos días, era impensable que una mujer estudiase el bachillerato. Yo fui la primera mujer del asentamiento de Odo que estudió el bachillerato. Había hombres en el mismo asentamiento, pero se dedicaban a la agricultura. Las mujeres ayudaban con el trabajo militar para ganar dinero o ayudaban a sus familias. Yo no tenía esa devoción por mis padres. Era bastante pequeña y no tenía mucha fuerza física como para ser útil en el campo.
Por aquel entonces, el señor Touroku Oshiro era profesor en la escuela secundaria y se encargaba de ayudar a los estudiantes a llegar al bachillerato. El señor Oshiro venía a las aldeas por la noche y visitaba las casas de los estudiantes que estaban en la edad de estudiar el bachillerato. Convencía con entusiasmo a los padres para que permitiesen a sus hijos estudiar el bachillerato. Gracias al esfuerzo del profesor, mi madre me dijo: «No sirves para el trabajo en el campo, así que haz caso al profesor y estudia el bachillerato». Y entonces fui a estudiar el bachillerato. Todo el mundo me decía que no era «leal a mis padres».Sufrí mucho. Estudiar el bachillerato y luego ir a la universidad era un lujo. Era demasiado. Decidí trabajar para pagar la matrícula de la universidad. Lavaba las camisas de cuatro profesores de la universidad y limpiaba 3 salas de clases Así gané el dinero para la escuela. Pude mantenerme a mí misma.
Me convertí en maestra tras graduarme en la universidad
El programa de formación del profesorado para educación física femenina duró dos años y podia conseguir empleo inmediatamente si lo necesitaba. Conseguí un empleo en la Escuela Secundaria de Miwa.
Un mensaje para los jóvenes
Sobrevivimos a tiempos difíciles, y ahora vivimos en lo que podemos llamar «buenos tiempos». Nos llamaban Kanpo-nu-kue-nukusaa (restos de los bombardeos navales). Éramos pesimistas, pero con el sentido del aprecio y la perseverancia y un espíritu con muchas ganas creo que puedo continuar viviendo hasta que cumpla 100 años. Lo que quiero decir a los jóvenes es que no puede repetirse otra guerra si queremos mantener una vida plena y hacer que dure para siempre.
Michiko Uehara se convirtió en profesora de secundaria y bachillerato, y dedicó su tiempo a actividades de educación social y para la paz. Tras jubilarse, continuó contando la verdadera historia de la batalla de Okinawa como «cuentacuentos».
Evacuación a Yanbaru
Mi padre fue llamado a filas para servir en las Fuerzas de Defensa en torno al mes de octubre de 1944. Yo estudiaba el tercer curso en una escuela nacional de primaria. En casa teníamos un carruaje y dos caballos. A menudo, acompañaba a mi padre en el carruaje e íbamos a nuestro huerto. Veía cómo trabajaba y a veces le ayudaba un poco. Todavía tengo buenos recuerdos de aquellos días. Entonces, comenzó el entrenamiento para la evacuación y la vida en el refugio. El refugio era conocido como Amanzou Gama (cueva) y estaba a unos 3 kilómetros de nuestra casa en Odo, Itoman. Unas 200 personas de nuestra aldea fueron evacuadas allí.
El 24 de marzo, recibimos un aviso que nos pedía que evacuáramos a Yanbaru (norte de Okinawa) ese mismo día porque iba a haber un bombardeo naval. No recuerdo exactamente de dónde vino la orden. A eso de las 9 de la noche del 24, huimos a pie hacia Yanbaru cargando el equipaje y otros enseres a la espalda. Nos salvamos porque pudimos huir. Éramos siete. Mi madre, yo con mis cuatro hermanos y mi abuela por parte de madre. Los que evacuamos nos dirigimos a un pequeño monte en Afuso Nakama, en la aldea de Onna. El lugar estaba preparado para acoger a refugiados. Durante el día, nos ocultábamos a un lado de la carretera para evitar que nos alcanzaran los bombardeos navales. Pasadas las 9 de la noche, nos dirigíamos a la zona de evacuación. Tardamos cuatro días y tres noches a pie. Para cuando llegamos, tenía los pies hinchados y en muy mal estado.
De la evacuación al internamiento
El sitio donde nos internaron también estabaen Afuso Nakama, en la aldea de Onna. Tres soldados estadounidenses armados vinieron en misión de inspección. Por aquel entonces, permaneciamos en una choza de evacuación. Las mujeres y las madres tenían treinta o cuarenta y tantos años, y eran jóvenes y guapas, y nos habían dicho que
los estadounidenses las violarían. Entonces, se embadurnaban los rostros de negro con hollín de macetas llamado Nabinuhingu y permanecian despeinadas para parecer más viejas a proposito y cargaban niños en sus espaldas o brazos Hicieron que se sentaran todos los niños frente a la choza. Un día, unos soldados estadounidenses se acercaron a nuestra choza apuntándonos con sus fusiles. Entonces, de repente, nos ofrecieron caramelos y los niños nos peleabamos por los caramelos. Los niños estaban contentos pero alguien dijo desde el fondo de la choza: «Están envenenados. Están repartiendo caramelos envenenados para mataros. ¡No os los comáis!» Los niños se quedaron estupefactos y se apresuraron a tirar todos los caramelos. Uno de los soldados estadounidenses que sabía nuestro idioma dijo: «No pasa nada», y se comió un caramelo frente a nosotros. Nos dijeron: «Hay agua y comida en abundancia, así que no os preocupéis». y diciendo asi ofrecieron a los niños un montón de caramelos.
Al día siguiente, cuatro o cinco soldados estadounidenses regresaron y nos hicieron prisioneros de guerra. En vez de cuerda o soga, utilizaron hierba de las Pampas trenzada para formar una cuerda larga. Estaban atadas en intervalos de unos dos metros, y estaban conectadas con una granada de mano. Nos dijeron que no tocásemos las granadas porque eran peligrosas, y que no deberiamos intentar de huir Caminamos hasta una zona abierta al pie de la montaña. Tardamos alrededor de una hora, ya que bajamos lentamente la montaña. Nos hicieron sentar en aquel espacio abierto y nos rociaron con DDT (insecticida) que venía en forma de polvo blanco. Los chicos se desnudaron de cintura para arriba y fueron rociados con DDT desde la cabeza hacia abajo. Las chicas tenían el pelo infestado de piojos, así que nos desinfectaron todo el cabello con DDT. Nos quitaron todos los objetos afilados que teníamos y nos subieron en camiones.
Vida en el campo de internamiento de Ishikawa
Nos llevaron al campo de internamiento de Ishikawa. El campo de internamiento de Ishikawa era enorme. Estaba rodeado por todas partes de una red de alambre hecha con barasen (alambre de espino). Había filas de tiendas de campaña. Las tiendas no estaban asignadas a cada familia. No había ninguna lona sobre el suelo para acostarse y era puro suelo embarrado Era suficiente para protegerse de la lluvia. Pusieron a dos o tres familias en una sola tienda de campaña. El suelo dentro de la tienda estaba sucio por el barro. No nos podíamos sentar en el suelo porque no había lona ni nada con qué cubrirlo. Cortamos paja y la colocamos en el suelo. Así pudimos establecernos allí durante un tiempo.
Entonces nos reunieron y nos dieron raciones y otros suministros. Después de la guerra, supe que lo que nos daban eran raciones de combate para los soldados estadounidenses. Las raciones estaban enlatadas y contenian todo tipo de cosas adentro Cosas como leche en polvo e, incluso, queso. No teníamos recipientes, así que cogíamos la comida con las manos y nos llevábamos todo lo que podíamos antes de regresar a nuestras tiendas.
Por aquel entonces, los niños eran muy considerados con sus padres. Los estudiantes de secundaria eran los que trabajaban más duro. Después de recibir sus raciones, los chicos llevaban las raciones a sus mayores y a sus madres, y volvian a formarse en la cola para conseguir más raciones. Parecía que cuidaban de sus familias sustituyendo a sus padres.
Regreso a casa desde los campos
Nos trasladaron del campo de internamiento de Ishikawa al de la playa de Nashiro en Itoman. En Ishikawa, estuvimos un año más o menos; y permanecimos en Nashiro por casi medio año Después, nos reubicaron en Komesu/Odo. A la tercera reubicación, regresamos a mi aldea. En la casa no solo vivía con mi familia, sino con otras tres familias. Construimos unidades habitacionales llamadas «dos por cuatro» y vivian tres familias en cada vivienda Todas las casas de mi aldea habían sido completamente destruidas Las viviendas básicas 2×4 («dos por cuatro») se construyeron poco a poco, una aquí y otra allí. Esperamos en la playa de Nashiro hasta que terminaron las viviendas básicas. Tan pronto como estuvieron disponibles, se decidió quién se establecería después, y a las familias que les tocaba, la habitaban.
También había un vertedero del ejército estadounidense cerca de nuestro asentamiento. Cuando tiraban la basura, corríamos hacia allí para recoger las mantas desechadas, uniformes militares y restos de paracaídas. Traíamos a casa lo que recuperábamos como «trofeos de guerra». Entre la basura, también había latas con restos de comida. Nos llevábamos de vuelta cualquier cosa comestible, añadíamos verduras y nos lo comíamos todo.
Vida escolar tras la guerra
Estudiábamos en una aula miserable, en un suelo sucio con hojalata y paja. No había escritorios ni pizarra, y simplemente escribíamos en el suelo lo que el profesor nos iba diciendo. El edificio de la escuela era un barracón Quonset del ejército estadounidense. El techo del Quonset era redondo. Como había muchos niños, no todos cabían dentro. Así que algunas clases se impartían fuera, debajo de un árbol. Como no teníamos sillas, buscábamos tejas y piedras planas y nos sentabamos sobre ellas para estudiar El profesor de arte nos decía que pintáramos la imagen del árbol bajo el que nos sentábamos. Así eran nuestras clases al aire libre. Los lápices fueron finalmente incluidos en las raciones, y los profesores los repartían a los estudiantes. No teníamos papel blanco y solíamos cortar papel de cartón marrón claro que utilizábamos como cuadernos.
Fuimos a la Escuela Secundaria de Miwa y tuvimos clases por primera vez Pero no teníamos libros de texto. El profesor de música se esforzó mucho por enseñarnos y había una clase de hacer dibujos Al principio, no teníamos clase de japonés, pero el sistema se organizó poco a poco y más tarde recibimos libros de texto. Después, también se repartieron cuadernos. Pocos profesores de la escuela tenían una titulación para dar clase. El profesor de matemáticas enseñaba japonés y otros temas al igual Durante el tiempo que fuimos a la Escuela Secundaria de Miwa siempre teníamos hambre. Para el almuerzo, solo teníamos patatas dulces.
Un día, de camino a casa desde la escuela alguien dijo que había muchos tomates cerca de la Torre Conmemorativa Konpaku. Cuatro o cinco de nosotros decidimos ir y coger algunos. Había tomates maduros creciendo allí, y todos estaban desesperados por comer uno Dos o tres días después, le hablé de los tomates a mi madre. Dijo: «Están tan maduros porque hay tres cadáveres enterrados en el suelo». Me enseñó que los cadáveres fertilizaban el suelo y los hacían crecer. Eso me asustó y, después de eso, no regresé a buscar tomates. Los restos humanos fueron desenterrados y enterrados apropiadamente en la Torre Conmemorativa Konpaku.
Del bachillerato a la universidad
En aquellos días, era impensable que una mujer estudiase el bachillerato. Yo fui la primera mujer del asentamiento de Odo que estudió el bachillerato. Había hombres en el mismo asentamiento, pero se dedicaban a la agricultura. Las mujeres ayudaban con el trabajo militar para ganar dinero o ayudaban a sus familias. Yo no tenía esa devoción por mis padres. Era bastante pequeña y no tenía mucha fuerza física como para ser útil en el campo.
Por aquel entonces, el señor Touroku Oshiro era profesor en la escuela secundaria y se encargaba de ayudar a los estudiantes a llegar al bachillerato. El señor Oshiro venía a las aldeas por la noche y visitaba las casas de los estudiantes que estaban en la edad de estudiar el bachillerato. Convencía con entusiasmo a los padres para que permitiesen a sus hijos estudiar el bachillerato. Gracias al esfuerzo del profesor, mi madre me dijo: «No sirves para el trabajo en el campo, así que haz caso al profesor y estudia el bachillerato». Y entonces fui a estudiar el bachillerato. Todo el mundo me decía que no era «leal a mis padres».Sufrí mucho. Estudiar el bachillerato y luego ir a la universidad era un lujo. Era demasiado. Decidí trabajar para pagar la matrícula de la universidad. Lavaba las camisas de cuatro profesores de la universidad y limpiaba 3 salas de clases Así gané el dinero para la escuela. Pude mantenerme a mí misma.
Me convertí en maestra tras graduarme en la universidad
El programa de formación del profesorado para educación física femenina duró dos años y podia conseguir empleo inmediatamente si lo necesitaba. Conseguí un empleo en la Escuela Secundaria de Miwa.
Un mensaje para los jóvenes
Sobrevivimos a tiempos difíciles, y ahora vivimos en lo que podemos llamar «buenos tiempos». Nos llamaban Kanpo-nu-kue-nukusaa (restos de los bombardeos navales). Éramos pesimistas, pero con el sentido del aprecio y la perseverancia y un espíritu con muchas ganas creo que puedo continuar viviendo hasta que cumpla 100 años. Lo que quiero decir a los jóvenes es que no puede repetirse otra guerra si queremos mantener una vida plena y hacer que dure para siempre.
Michiko Uehara se convirtió en profesora de secundaria y bachillerato, y dedicó su tiempo a actividades de educación social y para la paz. Tras jubilarse, continuó contando la verdadera historia de la batalla de Okinawa como «cuentacuentos».